Capítulo VIII: Necrus

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Capitulo VIII: Necrus

Y así pasaron semanas que parecieron toda una eternidad, y más soportando a Néstor.

Aunque paresca alguien tan fácil de conocer, (casi cuenta toda su vida, de cabo a rabo y sin olvidarse de TODOS sus méritos) es alguien que guarda secretos en lo más profundo de su mente , secretos que prefiero se queden guardados.

Aparte de conocer mejor a Néstor (más de lo que quisiera), el capitán Silesio resultó ser un hombre a quien los dioses le habían otorgado suerte y talentos. Había luchado con Odiseo y es ahí donde perdió a su hermano a manos de la Escilia, había peleado en la guerra de Troya , donde con los saqueos consiguió suficiente oro para vivir el resto de sus días, ya había perdido la mitad cuando por fin llegaron a una isla a reabastecerse de comida y fuerzas, no sintió fuerzas para regresar a casa junto con los demás así que compró este trirreme con lo poco que le quedaba y decidió vivir lo que restaba de su vida en el mar.

Él me enseñó a guiarme con las estrellas, a pescar, a hacer un refugio y a lo que él sabía hacer mejor: pelear. Con espada, lanza, arco y los puños, seguro era un don de Ares. Fueron arduas (y dolorosas) las tardes de práctica bajo el sol, en la cubierta del trirreme. Pero entre pelea y risas sentí algo diferente: cariño.

Y un día en cubierta lo confirmé. Estaba babeando por Dafne, que veía el mar a un costado del trirreme, a su cara la salpicaba la brisa marina y su cabello parecían peinarlo las naydes con el viento.

Es una bella dama- me dijo el capitán, sacándome de mis pensamientos.

Si, lo es capitán- respondí, bajando la mirada, algo apenado por que me había atrapado observándola

Y ¿cómo es que aún no es tu prometida?- me preguntó

-No creo que la merezca capitán, ella es tan buena e inteligente y sabe llegar al corazón con sólo una mirada, dudo que la diosa Afrodita consentiría un compromiso como ese- dije- ¿Cómo es que algo tan bello podría estar con algo como yo?

Te diré cómo- respondío, tomándome de un hombro- ¿Crees amarla?

Sí- balbuceé

¿Puedes cuidarla, ayudarla y hacerla feliz?

Sí- respondí pensando en aquellos días felices cuando niños.

Entonces no dudes-me dijo mirándome a los ojos- Tienes potencial, está en ti sacarlo, ¿la quieres, cierto? entonces lucha por ella, porque es lo que quieres. Confía en ti para que ella también lo haga.

El capitán se aleja dejándome pensativo y con un extraño sabor de boca y una sonrisa tonta, que se me quitó cuando el capataz me ordenó limpiar la cubierta.

Días despues sabía (gracias a las enseñanzas de Silesio) que estábamos a tan sólo dos días de llegar a nuestro destino.

Ese día me levanté con esa horrible sensación que me había dado aquel día en que Dafne y yo salimos en busca de nuestro destino. No le dí importancia, era un buen día en cubierta y el viento soplaba en nuestro favor, la promesa de tierra firme animaba a los remeros cansados de estar día y noche trabajando, pero la pesadilla comienza al caer la tarde.

Al poco rato de haber comido platicaba con Andrómeda mientras encendía una antorcha para iluminar el camino en la fría noche.

-¿Crees que los dioses nos reunieron?- me preguntó después de un breve silencio.

Pues si lo hicieron, fué por algo que todavía no sabemos- respondí

Oigo pasos que se aproximan y me volteo para encontrarme con el capitán que se dirige hacia nosotros con una sonrisa

-Con este viento a favor podríamos llegar antes-

-Será una lástima no verlo diario capitán- dice Andrómeda

No se preocupen, regresarán a mí. Necesitan a alguien que los regrese- responde el capitán

-Lo extrañaré capitán- dije, el último rayo de sol se ocultó en el horizonte, no se oía más que un extraño sonido en la parte de atrás del barco, que estaba completamente oscuro porque no habíamos encendido antorchas atrás.

-Y yo a...-dice el capitán al mismo tiempo que es atravesado por una flecha en el costado

Silesio cae al suelo en agonía mientras decenas de flechas impactan en la nave y el lejano grito de guerra se escucha por la popa del barco. Flechas de fuego prenden la nave en llamas como las antorchas que encendía, un marino grita algo que todos en el trirreme saben:

-¡Nos atacan!-

Veo impotente al capitán que está tirado en un charco de sangre, Andrómeda hace lo que puede por el capitán, mientras la tripulación corre de un lado a otro defendiendo lo que queda de la nave de los invasores que la abordan.

Y ahí estoy impotente y ajeno a lo que sucede a mi alrededor, no puedo despegar la vista de la herida del capitán, entonces subo la mirada y me encuentro con sus ojos y con sólo verlos entiendo que debo hacer y sé que no es grato.

Tomo a Andrómeda de un brazo y le digo: -!Busca a Néstor y toma tus cosas!, ¡más le vale a néstor que pueda nadar contigo!-

-¿Qué?!- me grita

-Ya me oíste, tendrás que tirarte al agua, y roguemos a Poseidón que nos ayude-

-Pero.. ¿tú?-

-Buscaré a Dafne y luego a ustedes, ahora ¡corre!--

Me mira rápidamente y luego sale corriendo en busca de Néstor y yo dirijo mi mirada hacia mi amigo que había logrado pararse y empuñaba su xiphos, para dar una última batalla.

Me acerco hacia él, Silesio toma una bocanada de aire y asiente con la cabeza, y de un movimiento le arranco el pedazo de flecha.

Hace una mueca de dolor, y cuando se recupera me vuelve a mirar y me dice:

-Confía en ti-

Y sin pensárselo dos veces se lanza a la batalla, sin mirar atrás, sin arrepentirse, ignorando su dolor, como un héroe.

Es ahí cuando reacciono y corro bajo cubierta para buscar a Dafne sorteando enemigos y pateando a quien pueda, cuando llego abajo las llamas me impiden ver más allá, y tengo el presentimiento que ella no está ahí.

De nuevo subo y corro entre la multitud de gente peleando o tirándose al agua donde los arqueros enemigos les disparaban sin tregua.

Y ahí está justo en el costado izquierdo del barco, peleando con mi xiphos y con nuestros morrales en la espalda.

Corriendo en su ayuda veo que está peleando una batalla imposible con alguien el doble de su tamaño, hay algo en mí que sabe que no voy a alcanzar a ayudarla, y a tan solo unos pasos de alcanzarlos el hombre la desarma y está a punto de atravesarla cuando, con un rápido movimiento de espada Silesio lo atraviesa por la espalda y así como llegó desapareció entre la multitud.

Llegué con Dafne y sin darle tiempo de hablar la tomé por la cintura y me tiré con ella a la fría y encabritada agua salada, Estábamos a merced de Poseidón.

Batalla por Grecia; DESTINO:OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora