Capitulo IV: Necrus

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Capitulo IV: Necrus

Me era imposible creer que llegáramos al puerto sin incidentes esa mañana, sin más, no podía creer lo asombrosa que era para adaptarse y aprender, en los breves descansos o antes de dormir había logrado aprender  las estocadas básicas. Ella era ágil, inteligente y tenía un toque de dulzura que bién se podría poner en el pan de nuestro desayuno. Vivir estos días con ella pareciera vivir un sueño del cual temes despertar. Yo tan callado y serio, no podía creer que Tyche la hubiera puesto en mi camino, aunque sólo fuera por un momento. Mi mente parece tener todo un frente peleando: de un lado la idea de que sólo me usaba para sus fines rondaba mi cabeza, parece ganar, pero del otro se atizba la esperanza aunque remota de que realmente me necesita, a alguien a quien tal vez pueda llamar amigo, aunque extraño, pero que comparta con ella lazos de entendimiento.  Pero ¿por qué Eros tenía que entrometerse? ¿por qué arruinar algo tan bello como una amistad?  Era acaso por que tal vez jamás había hablado con una joven? Maldigo a mi corazón. 

Tebas era totalmente diferente a lo que veía en Atenas, la gente era activa, se movía, hacía algo pareciera que nos adentramos en un hormiguero, donde la ciudad bullía de actividad. El olor al mar fué tan irresistible que tuvimos que acercarnos a bañarnos los pies en la playa. Encontrar transporte a Olimpya no fúe tan difícil como esperaba sólo había un navío que salía del lugar justo al caer la tarde. Nos daba un tiempo para ver la ciudad antes de zarpar. Era de esperarse que los demás jóvenes se le quedaran viendo, y no los culpo, pero con tan sólo una mirada fría y certera los hacía retroceder antes de que siquiera pensaran en acercarse. La tarde se fúe rápido. Con el dinero que traía compré una armadura, que parecía vieja y tal vez hasta usada, podía presentir que alguien había muerto usándola, perfecta para mí. A ella le compré un par de embádes que se había quedado observando con mucho interés, las botas eran de un color blanco con unos adornos de metal con forma de amapolas.

Y por fin embarcamos, el trirreme se veía sólido y enorme. Tenía dos pisos de remos y unas velas que se veían raídas de tanto zurcar el extenso océano. Contemplábamos desde la popa del barco la ciudad bañada por los rayos de luz anaranjada, entonces escuchamos el chasquido de las velas al estrellarse contra el viento y lentamente comenzamos a alejarnos del puerto.

Fué en ese preciso instante en que vi a una figura acercándose rápidamente por el puerto, la curiosidad y el instinto me hizo contemplarla más atentamente, presentía algo extraño.

El barco se encontraba ya  a varios metros alejado del puerto y la figura seguía corriendo en nuestra dirección, parecía que no iba a detenerse hasta alcanzarnos, conforme se acercaba podía presentir su desesperación por llegar al navío. Tal vez ese sentimiento me impulsó a gritar:

-¡Regresen la nave!- grité- ¡hay alguien más que necesita subir! 

Pero al parecer mis palabras no fuereon escuchadas por que el barco siguió su lento camino. Lo que sigue fué tan espontáneo que parece irreal.

La figura se tiró al mar e intentó dar alcanze a la nave, pero al parecer como a la mitad del camino algo, de entre las cosas que traía la empezó a hundir.  A los pocos segundos escucho el sonido del agua salpicando y voltée a donde estaba Dafne pero de ella no quedaba ni rastro. Me entró el pánico.

Corrí hasta el mástil y grité casi desgarrándome la garganta:

-¡Alguien cayó al agua! ¡regresen para sacarlo!

Fué entonces cuando por fin me hicieron caso los que estaban en cubierta y reaccionaron, dando vuelta a la nave y sacando a Dafne y a la figura, que resultó ser una joven, del agua.

Un escalofrío me recorrió la espalda, presentía que a partir de aquí mi vida cambiaría.

Batalla por Grecia; DESTINO:OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora