Capítulo XXX: Necrus

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Frente a nosotros, se desplegaba Olympia, y cual golpe al pecho llegaron recuerdos de lo que fue, es y será parte de nuestra historia. Sin titubear,(mas no sin antes pasar por víveres) nos dirigimos hacia la gran estatua, custodiada por impresionantes columnas blancas cuales nubes, hacían honor al mayor de los dioses olímpicos: Zeus. Cual rey nos miraba autoritario y benevolente, tras esos ojos tallados por los mejores artesanos de la ciudad, parecían guardar los secretos del universo.

-Habrá que convocarlo, creo es el tiempo ideal- dijo Néstor mientras observaba a Apollo bajando lentamente en el horizonte.

Quemamos nuestra ofrenda a sus pies, al tiempo que el humo ascendía, Dafne exclamó:

-¡Jefe de los Dioses! Guardián de nuestro cielo, portador del rayo, haz cumplir nuestros anhelos de tener tu presencia, necesitamos tu cobijo y guía para hacer cumplir la misión encomendada por Delfi. ¡Muéstrate pues, ante nosotros señor! Lo imploramos-

Todos nos arrodillamos y agachamos la cabeza, el humo inundaba el lugar mientras ascendía, rayos de luz caían sobre el rostro de Zeus, esperamos por eternos momentos a alguna señal, algún sentimiento de su presencia, más parecía nunca llegar.

Decidí alzar la cabeza, para encontrarme en un recinto iluminado, inmenso y desconocido. A mi lado estaban los demás, mas frente a nosotros se encontraba un águila, reposando sobre el descansa brazos de un trono descomunal, con incertidumbre la observamos, al tiempo que fuimos observados, decidimos que lo mejor era hacer una reverencia.

-Héroes-dijo una voz, de tono grave,que parecía venir de toda esquina del inmenso recinto- Esperaba su visita.

-Gran Zeus-dijo Andrómeda- Venimos a ti para pedir tu consejo y guía ante la misión que tenemos.

El águila abrió ligeramente sus alas, sus ojos miraron a cada uno antes que la voz respondiera- Me temo que la respuesta a esto es difícil, pues en ustedes está más que sus vidas y la de un puñado de mortales

Pude notar que Andrómeda y Dafne se veían incómodas, ante la afirmación de Zeus.

La ida al Hades-continuó- podría jamás llegar, pues en sus almas, héroes, está salvarlo.

Eso no tiene sentido-dice Néstor

No puedo darles guía, ya que no hay nada que un dios pueda hacer por trazar su destino-prosiguió- No puedo darles consejo, pues ni tu madre, Néstor puede aconsejarnos. Son ustedes quienes deben derramar la sangre algunos por la existencia de otros.

Tras una pausa continuó-Han de comprender que existimos por ustedes, así como ustedes por nosotros. Tendrán que cargar con el peso de nuestra y su existencia sobre sus hombros. Nuestra inmortalidad es su mortalidad, si nadie cree en nosotros, nadie existiría, ni ustedes ni nosotros. Han de entender, que es designio de una fuerza mayor a la de un dios que afrontemos el fin.

Quedamos en silencio, cual frío invierno enmudeció cualquier palabra y acción. De pronto, tras el trono se escucharon pasos, el águila remontó vuelo. Los pasos se acercaban, cuando al fin estaba el águila en el aire, pudimos ver al jefe de los Dioses.

Habrá una guerra en Atenas que decidirá todo-sentenció, mientras se sentaba en el trono- Ustedes decidirán el legado de los dioses, nuestra existencia depende de ustedes. Sé que no es justo, real, lógico, ni mucho menos creíble. Pero tendrán que aceptarlo, tal como aceptamos nuestro destino.


Sin más, Zeus hizo un ademán en el aire y caímos al vacío, inmóviles, mientras visiones borrosas pasaban frente a nosotros.

Caímos en nuestros cuerpos, tirados sobre el piso del templo, frente a nosotros estaba Zeus, en su trono tallado, nuestra ofrenda se había consumido, y la tarde estaba por terminar.

Nos levantamos desorientados y conmocionados, nadie se atrevía a hablar frente a la estatua, que Andrómeda y Dafne veían con recelo, así que silenciosamente salimos de ahí.

-Creí que venir aquí aclararía todo-dijo Néstor tras un largo silencio, donde se escuchaban a los últimos ciudadanos apresurarse a su morada.

-Ahora solo estoy confundido-Dije- ¿como la muerte traerá vida?

-¡Tenemos que evitar esa guerra!-dijo Andrómeda- Zeus no mencionó cuando, pero suena a que pronto tendremos que enfrentar al enemigo, sea quien sea, no hay tiempo de pensar- mirando brevemente a Néstor.

-¿Pero como llegaremos?-dijo Dafne- Es noche y el viaje nos llevará días a pie, no tenemos caballos, ni trirremes, ¡nada!,tal vez sea demasiado tarde para cuando lleguemos.

¡Oh bella joven!, en eso te equivocas-Dijo una voz familiar a nuestro costado- yo puedo llevarlos, a un precio justo claro...

De entre los arbustos salió Filipo, el sonriente malnacido. Le habría encajado mi espada de no ser por Néstor que me detuvo, agarrándome del hombro. Andrómeda me vio, curiosa. Pero Dafne, mi Dafne veía a ese desgraciado anonadada, perdida...

-Creo que a éste no le caigo bien- Dijo Filipo con una sonrisa burlona- ¿Que les parece si mejor hacemos negocios?, vamos busquemos donde sentarnos. Le ofreció mano a Dafne, quien la tomó. Sus asquerosos labios rozaron su mano, mientras me veía fijamente. Sonrió y se dio la vuelta, guiándonos. Los demás le seguimos, desconfiados, recelosos y en mi caso, enfurecido.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2020 ⏰

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