Cápitulo XII: Necrus

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Capitulo XII: Necrus

La luz del sol iluminaba mi cara, se encontraba tibia por el trabajo de los rayos para que de manera suave y continua calentara mi  rostro, frío y pálido. Había perdido sangre, pero ésta había sido reemplazada durante las noches que habíamos pasado en aquella isla,  la herida de mi espalda había cicatrizado. Y un dulce aroma a mi lado me hizo voltear a ver con ternura a Dafne, acostada a un lado mío. Habíamos improvisado unas camas con materiales de la isla y del naufragio. Podía sentir el suave toque de su piel, las acompasadas respiraciones, en una paz que ella no había sentido desde que salimos aquella noche de la ciudad, a la luz de la luna. Yo no podía creer que ella, una bella dama digna de dioses, se encontrara tumbada a mi lado, su posición me permitía admirar sus hermosas facciones que parecían talladas como una escultura de los dioses. Una de sus manos descansaba sobre mi abdomen y de ahí producía una sensación de inmensa felicidad. Parecía un sueño, hasta que abrió los ojos.

Profundos, e iluminados de alegría, su boca se curveó en una sonrisa al verme y no pude evitar hacer lo mismo. Tumbados  como estábamos sobre la cama improvisada la abracé, para sentir una vez más su cercanía, su calor, su cariño. El tenerla cerca me da alegría y vigor, pero al abrazarla, la sensación es imposible de describir, es sentir que tienes algo tan bello, frágil y suave en tu poder, no quieres soltarlo. Siempre soñaba el momento en que ocurriría, lo que sentiría. Pero jamás imaginé que sería mejor de lo que imaginaba. Afrodita me golpeó en el momento menos esperado y no quería aceptarlo. Pero ahora al verla a los ojos, profundos y llenos de amor, me doy cuenta que es algo por lo daría todo por volverlo a vivir. Quiero a Dafne, y no permitiré que nada le ocurra, ya ha sufrido demasiado y a dado mucho por mí, perderla sería lo más estúpido que podría pasarme. Es mi hora de devolvérselo. 

Nos levantamos de la cama en que dormíamos y caminamos con los pies descalzos sobre la playa, unos metros, hacia la caja de madera que habíamos conseguido del naufragio y donde guardábamos nuestras pertenencias y algunos víveres que reunimos de la isla.

En los días que pasamos en la isla, pedazos del naufragio llegaban poco a poco, y así fuimos creando una barcaza que en algún momento usaríamos para continuar nuestro viaje hacia Olympia, con ella atravesaríamos el trecho que nos faltaba para llegar a tierra firme y según mis cálculos tardaríamos al menos 5 días en dirección hacia el sur.  

Volteé a ver hacia donde estaba la cama donde dormía Andrómeda, al verla vacía no me preocupé, ella acostumbraba levantarse temprano para recorrer la playa en busca de su amado.  Habíamos decidido declararlo muerto, y cuando lo hicimos Andrómeda no habló ni comió por días, hasta que la obligué a hacerlo. Es bastante triste saber que había sido herida donde más duele: en el corazón. Pero uno nunca sabe cuánto puede tardar en sanar un corazón herido. Pueden ser días, meses, años. ¿Podría llegar alguien más a hacerla feliz? Andrómeda seguía aferrada a la idea de que seguía vivo.  Mi lógica me decía que él había muerto en combate pero, por alguna razón presentía que Andrómeda tenía razón.

Estaba meditabundo acerca de eso mientras distraídamente recogía algunos frutos de un árbol cercano cuando Dafne, en tono serio me dice:

-El morral de Andrómeda no está...

-¿Qué?, me acerco rápidamente a donde está la caja, y efectivamente sus cosas no estaban.

Dafne revisaba desesperada la orilla del mar, en busca de alguna señal. Se podía ver preocupación en su rostro. Yo corrí a lo largo de los lugares conocidos, fui al riachuelo de donde sacamos agua, el lugar de donde pescábamos y al lugar donde recolectábamos frutos. No la veía por ningún lado, regresé entonces a nuestro campamento.

Dafne metía apresuradamente la caja a la balsa que había logrado acercar a la orilla del mar.

-¿Pero qué haces?-pregunté al tiempo que le ayudaba a meter la caja a la balsa

-Estoy segura que se metió al mar, en busca de Néstor, tenemos poco tiempo si queremos rescatarla-me dijo mientras empujaba la balsa hacia las olas.

-Métete tú, yo la empujaré hasta donde pueda.

Y así lo hizo, desató los remos del trirreme hundido y los puso en posición, mientras yo me adentraba poco a poco en el mar.

Las olas nos empujaban cada vez que intentábamos entrar al mar, y el viento metía agua salada en mis ojos, parecía que Poseidón no quería que buscáramos a Andrómeda...

Con un esfuerzo conjunto logramos meter la balsa a mar abierto.

-Seguro fue a buscarlo por el sitio del naufragio- dije- Dafne, mantén los ojos abiertos yo remaré,

Y así remamos hasta no poder ver ya la isla que nos sirvió de refugio, encomendándonos una vez más a la tierra de Poseidón.

Batalla por Grecia; DESTINO:OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora