Capitulo XXVI: Dafne

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No sabía que pensar o que esperar de un dios, ¿Sería alguien paternal? ¿Qué quería de mí? ¿Recordaría mi nombre? ¿Qué vería en mí? ¿Reirá acaso? ¿Será cruel? ¿Cómo sería su voz? Miles de preguntas llegaban a mi cabeza más sabía que tendrían respuesta hasta entrar en aquel cuarto aunque cabía la posibilidad de jamás ser contestadas.

Al entrar a mi habitación noté la negrura de las cortinas, y que sobre la cama había un hombre joven que aparentaba descansar profundamente, no tocaba siquiera la tabla que tenía por cama. Hice entonces una grácil reverencia pues me encontraba frente a un dios, tras un momento de silencio me decidí a alzar la vista y me encontré unos ojos labrados por eones de sueños, anhelos de la mente enjaulados en un cuerpo joven. Las miles de preguntas encontraron un cauce y desembocaron en el olvido.

Instantes después surgió entonces una conversación silenciosa entre padre e hija:

-Has de tener miles de preguntas, más tu sabes que mis segundos son años para ti- su voz era suave, eterna y reconfortante- Dafne, no puedes cambiarla.

-Pero tengo que intentarlo- mi voz parecía atravesar un túnel interminable- Ustedes egoístas no pueden ir más allá de lo que unas estúpidas líneas dicen, las aceptan y mandan a sus súbditos al matadero, ustedes dioses temen a la muerte pues no pueden aceptar que algo mayor a ustedes les espera, pues temen a lo desconocido. Aunque es esa nuestra esencia padre, aceptar lo desconocido, adentrarnos en él y aceptar lo que salga de él, pues a pesar de estar poco tiempo en lo terrenal vivimos dispuestos a arriesgar. Los dioses jamás entenderán lo que es ser humano, lo que es no saber si una vez fuera de tu reino, volverás a él.

Imaginamos un mañana esperando ahuyentar a Tánatos, cada día le obsequiamos el pasado para crear el hoy, más llegará el momento que decida guardarnos a nosotros y llevarnos a su hogar. Tal vez su Tánatos ha decidido guardarlos a ustedes y así como a nosotros dejará a alguien más a cargo, así como cuando nace un hijo nuestro y al ver a su hijo crecer pedirá a Tánatos asilo. Me dolería perderte padre pero...

-Eres una tonta-interrumpió- has de dejar esos asuntos a los dioses, deja que la profecía siga su curso y aceptar tu papel, humana arrogante, crees que puedes entenderlo todo, ¿Crees que tienes intelecto?- hizo una mueca despectiva- solo veo el suficiente.

Tú no eres ninguna hija de Atenea-continuó- eres mi hija, aquella que ve los deseos más profundos de la humanidad, ¿Acaso no los ves? Pidiéndote una oportunidad de seguir con sus vidas, y tú, tú pensando en si existimos o no, ¿Te cuesta acaso aceptar tu destino? Cuando nacen ustedes están marcados por algo más allá del poder de los dioses, ¿qué?, No sé, es algo que preferimos no saber y hay cosas que deben quedar así. Si de algo estoy seguro es que ustedes no existen sin nosotros y nosotros sin ustedes, no es ningún placer verlos morir, pero si eh de salvar a miles entonces sacrificaría mil más y de ser necesario yo mismo moriría.

-Padre...

-Ustedes tienen en sus manos el destino del Olimpo, de ustedes depende que siga nuestra historia, un error, por simple que sea acabará en desastre. Falta poco para la gran decisión, como podrás saber en los sueños que te he dado, lo que viene requiere un sacrificio que deberán estar dispuestos a aceptar, así como yo estoy dispuesto a hacerlo. Escucha bien estas palabras hija mía: La sabiduría vendrá en boca del hijo de Atenea, él sabrá guiarlos a una conquista indeseable, la hija de la venganza dará equilibrio en batallas y discusiones, pero sin ti el hijo del inframundo jamás haría su parte pues es eres dueña de sus anhelos, más recuerda que habrás de pagar un precio alto. –Me miró fijamente, con un pequeño atisbo de compasión, dureza y cariño- No juegues con tu destino.

Sin más, una negrura infranqueable dominó mi visión, supe ahí que había hablado o mejor dicho soñado con mi padre. Tras un momento, desperté acostada en la cama mientras Zeus castigaba a la tierra con sus rayos.

La tormenta arrasó en Atenas, por lo que nuestra reunión en la colina tendría que postergarse. Así pues, nos quedamos a dormir en mi casa, Necrus abajo y yo arriba. Más parecía que mi padre me castigaba y me fue imposible conciliar el sueño. Cristales fríos caían del cielo y arremetían contra mi piel, pues había decidido salir en busca del sueño.

Hallé entonces su cuarto, dormía plácido sobre la cama sin inmutarse siquiera de la tormenta o de la intrusa que le veía dormir. Hace tiempo Afrodita parecía haberme quitado el placer de querer, pues no sentía un revoloteo infernal en el estómago, los temblores de mano, el ardor de un volcán al estar con él. Pues me sabía enamorada, más no sentía nada...

Si hubiera sabido que estando a su lado tendría paz, que me sentiría invencible, feliz.

Quería evitarle su destino, pero cuanto más me alejaba, más fuerte era mi deseo de estar con él.

Peor aún era saber que el condenado se había enamorado de su verdugo.




Batalla por Grecia; DESTINO:OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora