Los perros de Octubre. Parte cinco.

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Octubre bebe el té caliente
sentada en el suelo nevado mientras sopla
y observa a lo lejos un colibrí arbóreo.
Mueve las hojas como alas, y pía con crujidos
de anciana madera helada.

Octubre viste un blanco jersey de lana,
se calienta las manos
rodeando la nacarada taza con sus guantes
bajo los que nota doler la helada punta de sus dedos.

Octubre lleva solo sus bragas negras de encaje,
casi no siente las piernas
y no aparta la vista del movimiento rítmico
de las ramas lejanas,
escuchando el canto lejano del colibrí arbóreo
arrastrado por el viento en el sutil movimiento
de las marchitas hojas desnudas.

Bebe, lentamente, a sorbos
el té negro calentándole el estómago
y hace el frío en derredor algo menos crudo.

Octubre quiere sentir la gélida brisa arrastrar su cabello,
como hebras de luz florecidas
en los pétalos que huyen de la nieve invernal
donde ella vive sola.
El frío le arranca el aliento,
y la caliente bebida reanima sus latidos
tras el paso del colibrí
que roba sus lágrimas al dormirse cobijada
en la lumbre tenue de la madrugada.

Octubre bebe te caliente
sentada en el suelo nevado y entonces siente
que vuelve a ella la vida
presa en la reminiscencia de la aflicción
huido de su piel.

Octubre sonríe al colibrí incierto del destino.

Los Perros De OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora