––¡AYUDA!––gritó––. ¡AUXILIO!
Luego de cinco minutos de carrera por el bosque que se abría para ella con aquel aspecto atemorizante y frío, Alejandra se acercaba a un claro, o al menos lo más parecido a eso. La alegría le retumbó en el pecho. Llegó a una zona en la que los árboles cedían el paso a la luz de la luna y mostraban una estructura justo frente a sus ojos.
Se detuvo en seco mirando hacia todos los lados, sintiendo el riesgo de fracturarse el cuello, siguio girando, barriendo el lugar con la vista y tratando desesperadamente de encontrar alguna señal de vida. Pero para su desgracia, al igual que la noche anterior no había nadie, solo era un lugar terrorífico con horripilantes animales. Árboles que no tenían ni rastros de hojas y una oscuridad total que se cerraba sobre todo el sitio, a excepción de aquel pequeño claro.
Solo con detallar el lugar donde se encontraba se le fue el alma al piso. Frentea ella, habia una estatua similar a la que habia visto en el sueño anterior. Sin pensarlo dos veces se lanzo a correr hacia el otro lado, no iba a quedarse allí para que un loco la rebanara y pusiera su cabeza en una sala de trofeos. Eso si que no.
Había perdido la cuenta sobre cuantas veces había rezado y cuantas promesas le habia dedicado a Dios para que esto no se repitiera. Sin embargo, aquí se encontraba, corriendo descalza y huyendo de alguien a quien no conocía.
Una rama sobresaliente la hizo caer al piso en un golpe seco. Soltó un aullido de dolor y trató de incorporarse rápidamente, pero contra toda lógica e instinto de supervivencia, un resplandor dorado entre las hojas la hizo detener. Estiró la mano hasta la pequeña flecha dorada que reposaba allí. Tenia apariencia antigua en las puntas pero se miraba fuerte e irrompible. En su mente, aquel objeto le recordó a su pequeño rosario, aquel que aun se encontraba seguro en una gaveta en su habitación y el que deseaba con desesperacion tener entre las manos.
De nuevo, sus sentidos capturaron el movimiento de las hojas, similares a pisadas. Sin dudarlo ni un segundo se lanzo al igual que una saeta hacia adelante. Solo se esforzaba en correr y correr, alejarse de ese lugar, presionando con fuerza su hallazgo brillante contra su pecho.
Llego hasta el mismo lugar que había estado evitando. Gimió aterrorizada, conociendo muy bien el final de aquel camino.
––No Dios, esto no puede ocurrirme señor. Ayúdame a superar esto––suplicó.
La flecha quemo en sus manos en ese momento, miro la pieza incredula, sin dar credito a lo que su piel sentia.
No hubo corriente de aire que le avisara de su presencia ni sonido de hojas al avanzar, nada. Cuando sintió un olor notablemente masculino, se giro, sin tener tiempo si quiera a arrepentirse de hacerlo.
––Te encontré ––susurró en su oído.
Él le dedico una sonrisa malévola y lobuna, mostrando sus dientes. Alejandra soltó un chillido y en una increíble muestra de destreza pego un brinco, alejándose varios pasos de ese hombre. Lo conocía, reconocía ese olor, era el mismo que poseia el hombre que la había apuñalado la noche anterior.
––¿Quieres... quién eres?––preguntó con un hilo de voz.
El hombre ladeo la cabeza y con ello la luz le ilumino el rostro. Tenia grandes ojos azules y el cabello con un aparente color negro. Sus ojos brillaban de forma extraña bajo la luz del astro. Sonrío aun mas al notar la pequeña requisa que le daba la chica, se le veía aterrada y con aquella expresión de horror en el rostro. Era excitante verla.
––¿Quien soy? ––su voz hizo eco en el lugar. Era grave y potente––. Mala pregunta.
¿Mala pregunta? ¿Que significaba eso?
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Relaciones Peligrosas PAUSADA
ParanormalAlejandra ha crecido sabiendo que será una religiosa. Nunca soñó con un esposo amoroso que la llene de caricias y besos, hijos abrazandola y una mascota corriendo en el jardín, ya que sabe de una promesa que salvó su vida y que debe cumplir. Ilusio...