Capitulo 4

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Hola. Buenas noches. ¿Hay disculpas posibles para el abandono en el que tenía esta historia? Lo dudo mucho. Soy de las personas de las que no creen en las excusas pero bueno, como escritora, digo que otro proyecto me había absorvido ––Aprediendo a seducir––, pero ahora que he terminado ya estoy libre para este. 

Lamento mucho la demora. Y entiendo a quienes dejaron de leerla por el paso del tiempo. Los que aun la lean pues, no tengo palabras para agradecerles. 

Ahora si, ¡a leer! 

––¿Sabes donde hay comida, Andreina? ––preguntó el chico cerrando los botones de su camisa.

––Alejandra ––le corrigió. Levantó su cabeza que había estado descansando entre sus manos. Todo estaba pasando demasiado rápido y era muy confuso.

––... me muero de hambre.

Alejandra se volteo a mirarlo con el ceño fruncido y alcanzó a ver como se encogía de hombros y le sonreía con cinismo, mostrando sus dientes blancos y parejos.

––Si, acompáñame ––respondió encaminándose a la puerta.

Comenzaron a andar por el pasillo, ambos en silencio. Alejandra se miraba con disimulo mas marcas rosadas en sus muñecas, eran finas y recientes mas no recordaba habérselas echo antes en algún incidente. Con nerviosismo pensó que tal ves eran rasguños, pequeñas magulladuras producto de el roce con alguna planta o algún tipo de pulseras. Era imposible que el causante de aquellas marcas fuera el mismo que ahora la aterrorizaba en sus sueños. La única respuesta posible es que estaba comenzando a padecer algún transtorno del sueño en el cual se flagelaba por algun sueño atípico. El pesar se condensó pesado en su estómago. Esa opción tampoco le gustaba. ¿Llegaría a matarse alguna vez? ¿Tenía que visitar el médico?

Tenía que haber otra explicación coherente. El sujeto salido de su inconciente no podía ser el causante de esas marcas. Era imposible. Y en tal caso, mientras estuviera despiera no ocurriría nada, ¿no? Era estúpido que mirara con recelo en cada esquina temiendo que fuera a aparecer en cualquier momento.

Con ese pensamiento en la cabeza, dejó de escritar el pasillo por el cual transitaban. Estaba oscuro y ténuemente iluminado por una farola vieja que parecía estar al límite de su capacidad. Por su parte, el muchacho solo se limitaba a caminar en silencio junto a ella. Observando con renovada curiosidad aquel pasillo por el cual jamas había transitado. Le habían dejado muy en claro que no podía andar a sus anchas en ese lugar. Pusieron especial énfasis en que era una prohibicion muy clara que los pasillos cercanos a los dormitorios eran territorio prohibído para el. Las palabras exactas fueron: “Imagina que es tan radiactivo como Chernóbil”. Sin embargo, la curiosidad que sentía era opacada rapidamente por la certeza de que ese pasillo humedo y oscuro, no tenía nada de maravilloso y que por el contrario, era mas de lo mismo. En su mente, solo el desconocimiento le molestaba. ¿Porque se había desmayado? ¿Una baja de azucar, tal vez la tensión? No es que eso pusiera en duda su masculinidad, pero los hombres no se desmayaban con frecuencia.

Por su parte, Alejandra habíalogrado alejar al hombre de ojos azules de sus recuerdos y por mas que pensaba, no lograba explicar la presencia de ese muchacho. Hasta donde sabía los trabajadores eran todas personas mayores y poco se contrataban jovencitos como el. ¿Tendría su vivienda cerca? ¿Hijo de algun empleado? Era un mesterio, ¿se molestaría si le prguntaba? Bueno, solo conocía una forma de descubrirlo.

Relaciones Peligrosas PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora