Capitulo 5

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––¿Pedro? ¿Juancho?

Chasqueó la lengua. No debería de estarse rompiendo la cabeza con semejantes pequeñeses. El problema era qué, aunque sabía qué aquello era una ridiculez, no podía dejar de reprenderse por ser tan despistada y no haber preguntado al carpintero por su nombre. ¿Qué pensaría? Que era una tonta joven inculta, por supuesto.

Bufó.

––¿Tal vez, José? ––dudó––. Podría ser Miguel.

Cambió el peso de una pierna a otra, fastidiada.

––Tengo que dejar de ver telenovelas mexicanas, definitivamente.

Por mucho que le fastidiara esa situación, no podía sacársela de la mente. Además, había un pensamiento nada positivo que también la rondaba desde hace un par de días.

¿Qué hubiera pasado si su madre no hubiera hecho aquella promesa hacía ya tantos años? ¿Estaría en el mismo lugar donde esta ahora? ¿Y si jamás se hubiera enfermado? ¿Si nunca hubiera estado al borde de la muerte...?

¡Era todo tan frustrante!

Alejandra quiso sacar a patadas esos pensamientos. La molestaban y de alguna forma u otra, dolían. Sentía que traicionaba algo sagrado, algo puro dentro de ella y eso la descompensaba. ¿Cómo podía plantearse a éstas alturas ese tipo de cosas? ¿Porque no podía simplemente dilapidar esos pensamientos?

<<Ésta era mi vida>> pensaba. No sentía en su interior ese amor por ninguna otra cosa. Cuando estaba terminando el bachillerato, la medicina había escalado hasta los primeros lugares en la lista de carreras que tenía como opción. Esa forma de salvar vidas y ayudar a los demás, le encendía como una antorcha. Esa pasión por salvar vidas era tal vez, el sentimiento mas puro e intenso que tenía. Había nacido para ayudar, proteger y salvar vidas. Lo sabía muy bien y esto era perfecto para ello.

¿Entonces porque... ?

Apretó los puños. La rabia y la frustracion comenzaban a bullir. Detestaba con todas sus fuerzas éste sentimiento. Había surgido cómo una idea, como un: <<¿Qué hubiera sido...?>>. Y ahora, había inundado el cuerpo cómo una infección, contaminándolo y destrozando todo a su paso.

¿Porque ahora?

¿Qué había cambiado?

Otra duda profunda no tardo en embargarla.

¿Seguía siendo digna de estar aquí?

¿Cómo iba a sentirse merecedora de eso si se había transformado en un ser lleno de dudas y confusiones?

Se sentía avergonzada y terriblemente humillada. ¡Cuanto se decepcionaría su madre si se enterase de esto!

Una ventisca helada entró por una de las ventanas y los cabellos azotaron su rostro. Con la piel de gallina y el cabello transformado en un nido de pájaros, corrió los vidrios hasta eliminar por completo el paso del aire. Aquello había sido tan repentino que había roto la paz y el prolongado y perpetuo silencio de aquel lugar. Además de sacarla de golpe de sus pensamientos.

Cuando se disponía a abrir el libro que reposaba muerto en su regazo, un nuevo sonido rasgó la quietud de la noche y Alejandra sintió cómo cada célula de su cuerpo se petrificaba de inmediato.

Un suave ulular se dejó escuchar no muy lejos de allí. Miró por la ventana y no había nada. El ave plumifera se dejó escuchar de nuevo. Suave, claro y tenue sonaba la melodía corta que entonaba.

<<No entres en pánico. Solo es un pájaro. Solo uno>> pensó. <<Esto es un bosque, ¡hay miles de búhos! ¡Miles!>>

Retrocedió hasta qué dio con una de las paredes. No, no, no. ¡Esto no podía estar pasando de nuevo! En momentos cómo estos, parecía increíble la velocidad en la que trabajaba el cerebro en la búsqueda desesperada por una salida, y era aún más increíble, que luego esto ninguna buena idea surgriera.

Relaciones Peligrosas PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora