Capitulo 2.

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–Soy yo _____.

Mis ojos se abrieron de par en par, me volteé con rapidez y lo vi solo unos segundos antes de que se abrazara a mí con fuerza.

Pero no era el presidente, no, era Alfredo, el ministro del interior.

Abrazándome.

-¡Feliz día de la independencia! –Exclamó, dejando el ambiente con un fuerte olor a alcohol, el cual seguramente quedaría en mi ropa.

-Señor Alfredo, no puede estar aquí en este estado.-Le hablé, bueno en verdad grité, los fuegos artificiales aun no paraban y el en su estado no debía escuchar mucho o racionar.

Cómo si mi noche no pudiera ser peor.

Así que con mucho esfuerzo, luego de un agotador forcejeo para que liberara mis brazos (Y gran parte de mi cueerpo) lo llevé adentro, a la oficina del vicepresidente y lo senté. El ni siquiera podía pararse solo, pasó por mi mente dejarlo abandonado, después de todo él en la mañana no recordaría nada, pero el infeliz era muy cercano a Nicolás.

Y ESTABA USANDO SU CHAQUETA.

-¿Por qué lleva usted la chaqueta del presidente?- Cuestioné mientras fruncía el ceño, era una de mis favoritas y ahora seguramente había quedado impregnada en olor a cigarrillos y alcohol.

-¿Es de él? Ah...Estaba en mi oficina, creo que cuando vino su esposa desconoció la chaqueta y la dejó en mi oficina.- Y eso golpeó como una patada en mi estómago, como era de esperarse de la primera dama, no puede diferenciar la chaqueta de su marido.

-Señor Alfredo ¿Su esposa sabe que está usted acá?-Intenté seguir el tema sin mostrar el evidente recelo que sentía en ese momento, además quizás así podría librarme de él.

- ¿Mi señora? Ja...Debe estar encamándose con el imbécil de mi primo...- Enmudecí, los ebrios dicen la verdad, y esto se había vuelto complicado por lo que me tomó varios segundos el volver a hablar.

- Creo que no nos podemos quedar acá toda la noche, señor. –Le hablé mientras con suavidad quitaba la chaqueta de Nicolás, ahora con olor a alcohol, supongo que me la llevaría para limpiarla. Pero fuera del tema del lavado, busqué las llaves de la oficina del ministro para abrir esta, pero no estaban. Y no, no me podía llevar al Ministro solo en camisa a un taxi sin siquiera saber donde vivía.

-Yo tengo las llaves ____. ¿Qué quieres sacar? –Me preguntó en un intento por pronunciar bien cada palabra, aunque no, no podía hablar bien.

-Buscaré sus cosas para llamar a su chofer y llevarlo a casa.- Le expliqué cruzándome de brazos al frente de él.

-___ Mis cosas están en mi auto, yo llegué hace poco... No soy tan adicto al trabajo o al presidente como tú.- Sentí como algo se clavó en mi pecho y alcé mis cejas, mi cuerpo se tensó y él se rio.- Eres tan obvia, el único infeliz que no lo nota es Gaule... Que suerte de él, teniendo a esta bella secretaria a sus pies.- Comenzó a reír más fuerte y mi paciencia se acababa.- Si yo tuviera su suerte, ya te tendría sin ropita en ese escritorio tu...

La bofetada que le propiné interrumpió su discurso, y quedamos en silencio, mi corazón latía a mil por hora y el llevó su diestra al lugar del golpe. Estaba en problemas, mierda.

-No vuelva a hablar así de mí, o del presidente. Contrólese, usted es un ministro.-Exclamé con firmeza, volviendo a mí lugar.
Pero él no hablaba, por lo que suspiré y me dirigí a mi escritorio buscando mis cosas.

-____...-El susurró cuando yo entré en la habitación principal, donde se encontraba mi gigantesco escritorio.- Perdóname, este ha sido el peor día de la independencia y me desquito contigo.-Supongo que el golpe lo arregló un poco.- ¿Sabes conducir?

Mr President  [N.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora