El Inicio

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Título: GUGALANNA

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU

Parejas: Stony y un pellizco de Thorki, algo de OC/Loki.

Derechos: Todo es de Marvel, hasta mi alma pecaminosa. Yo solo hago ideas.

Advertencias: Violencia, sangre, horror y malos tragos. Me tomo súper licencias con aspectos mitológicos, otros tantos con personajes. Adoro los monstruos y el terror, por lo que esta historia es de lo más oscura. Más no puedo decir.

Gracias por leerme.

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EL INICIO.

"La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido."

          Howard Phillips Lovecraft.


Nueva York estaba bajo una de las peores tormentas registradas. El viento golpeaba con fuerza los enormes ventanales de la torre Stark con una lluvia que parecía un intento de la madre naturaleza por hundir completamente el estado en el mar embravecido. Relámpagos iluminaban el oscuro como nublado cielo, dejando ver las enormes nubes arremolinándose sobre los neoyorkinos que buscaban abrigo en los comercios, edificios y casas mientras los autos peleaban en las avenidas por el paso ante semáforos descompuestos por la tormenta. Ya era pasada de la medianoche y el caos no parecía que fuese a terminar pronto. Una situación parecida reinaba en el interior de Anthony Stark, sentado en una esquina de su bar con los brazos sujetándose de la barra donde había varias botellas como vasos, algunos tirados o derramando el líquido sobre el suelo. Miraba el exterior con expresión perdida a pesar de las gruesas lágrimas congeladas en su rostro, sus ropas descompuestas hablaban del maratón de alcohol hecho hasta perder la consciencia, en la oscuridad de su penthouse sin más luz que los destellos del cielo, dejando ver un desastre en la sala como en otras partes menos afortunadas.

Se llevó una mano a su rostro, mirando el rastro húmedo entre sus dedos al tallarse sus mejillas, como si no comprendiera de pronto lo que eso significaba, pero luego lo hizo, sonriendo desganado como vencido, buscando a tientas el último vaso lleno que escapó a sus torpes dedos haciéndole reír apenas antes de tomar una botella y lanzarla sin mirar, únicamente buscando escuchar el sonido del vidrio romperse justo como su corazón. Él, quien se jactaba de tener una fila de admiradoras que podía dar siete vueltas a la Tierra, que siempre obtenía lo que deseaba, seguro de lo que era como de lo que sabía hacer, ahora experimentaba el amargo sabor del rechazo, la humillación incidental que trajo consigo Steve Rogers, el cual hubiera jurado estaba muriendo por él, o al menos se sentía lo suficientemente atraído para que los encantos del millonario funcionaran al momento de tenerlo a solas en su piso, con el ambiente adecuado y sin interrupciones cuando se decidió a hacer su jugada maestra. Un simple beso con todos los sentimientos impresos en él.

Derrota tenía un nuevo significado, Tony no pudo más que fingir que todo había sido una broma, una apuesta hecha con la Viuda Negra para darle un susto de muerte. Sonriendo divertido aunque el corazón se le rompía en mil pedazos, viendo partir al Capitán América airado de aquel juego suyo. Siempre estás jugando, Tony. Le había dicho antes de despedirse. Jamás iba a poder quitarse de la mente esos ojos azules tan molestos al tiempo que le empujaba para quitárselo de encima. Un pésimo cálculo suyo. Todo se había ido a la basura. Steve Rogers le consideraba solamente como el amigo de aventuras, un compañero como el resto de los Vengadores, dejándole claro cuál era su lugar; marchándose en la búsqueda de una persona importante en su vida, alguien que en la opinión del súper soldado sí valía la pena, sin detenerse a mirar atrás. Y él estaba tan enamorado como para terminar completamente ebrio luego de quedarse solo, viendo transcurrir amaneceres y anocheceres sin soltar las botellas. Era más que solamente una atracción física o sexual, porque dolía como si mil robots tiraran de su alma en todas direcciones, arrancándole de golpe su reactor. O peor. Tenía muchísimas ganas de salir a la terraza en esos momentos, de irse con el viento enfurecido por la tormenta y perderse con ésta. Ser lluvia que desapareciera porque ya no tenía voluntad para el día siguiente, ni el otro, ni la semana próxima. Algo en su interior se había extinguido igual que la última botella que encontró.

Una serie de relámpagos le hicieron fijar su atención hacia la terraza al escuchar el último de ellos tocar el mojado piso que estalló rompiendo el fino suelo. La lluvia pronto apagó el fuego, disipando con el aire frío el humo blancuzco. Stark frunció su ceño, preguntándose si ahora las pesadillas volvían estando semi consciente o ya se había vuelto loco. Había una figura en aquel boquete dejado por el relámpago, con una rodilla en el suelo, cargando algo entre las manos, protegiendo su pequeño bulto con su torso de la furiosa lluvia. Jamás había visto a un ser como ése, pero no le cabía duda por descripciones anteriores escuchadas de un Asgardiano, que se trataba de algún tipo de Jotun con cabellos blancos, increíblemente rizados y unos pesados cuernos a los costados de su cuello. La criatura levantó su rostro, dejándole ver sus marcas albinas y sus ojos carmesí que se clavaron en él al mismo tiempo que dejaba en el suelo lo que estaba cargando. Con el destello de un nuevo relámpago, desapareció.

Hubo unos segundos de titubeo en los que la ebriedad del Hombre de Hierro desapareció cuando notó que aquel bulto que el Jotun hubiera dejado en su piso era un bebé. Salió tropezando, con una mano protegiéndose de los golpes de la lluvia, cayendo de rodillas sobre el infante que lloraba al sentirse empapado sobre aquel duro piso. Tony parpadeó con sus cabellos escurriendo agua igual que sus ropas, tomando con un temblor en sus brazos aquel pequeño cuerpo azul, que al contacto de una de sus manos sobre su cabeza, empezó a transformarse, volviéndose un bebé normal, de temerosos ojos verdes con puntos rojos que se clavaron en él haciendo un puchero, temblando de frío y también de miedo. Sus ojos le recorrieron, buscando heridas pero aquel cuerpecito rosado estaba intacto salvo por la piel erizada a falta de abrigo. Una manecita alcanzó la barbilla del millonario con un suave gorgoteo tímido que brotó de aquellos rosados y vacilantes labios.

Stark le sonrió, sintiendo nuevas lágrimas, mirando alrededor buscando una explicación lógica a la que renunció, llevando a su pecho al bebé para cubrirle de la lluvia. La extraña coincidencia de la vida y la muerte en una noche de tormenta neoyorkina donde, el hombre que lo tenía todo y al mismo tiempo nada, había pensado en despedirse del mundo ante el horror de vivir en el desprecio, encontrando una inocente vida traía a su puerta, buscando algo en el castaño quien no sabía si existía en su interior, pero ya no tenía nada que perder. Todo se había ido con un rechazo contundente. Besó la cabecita recostada contra él levantando sus ojos al cielo negro que nuevos relámpagos iluminaron.


¿Y por qué no?

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