Capítulo 26

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Luego de tanta discusión conmigo misma, hice que Elisa me acompañara. Quizás era mi último día en Londres y sería muy hipócrita y egoísta de mi parte pasarla solamente con Harry.

Estábamos en una plaza, en la mima donde conocí a Chino y Nacho, y también en donde empezó mi mayor pesadilla. Decidí encontrarme allí con Harry para luego irnos caminando a otro sitio.

—¿Seguro que Harry vendrá? Ya ha pasado como una hora.
—dijo Elisa.

Marico, de pana. Justamente se le antoja llegar tarde hoy.

—Vamos a seguir esperando —dije viendo la hora. Iban a hacerse las doce de la mañana y lo cité a las once.

—Mira, no me la voy a calar. Voy a ver si encuentro un puesto de helado, yo te lo brindo —se levantó y se fue.

Le volví a enviar otro mensaje a Harry para ver dónde se había metido o qué es lo qué. No me convencí que con un mensaje era suficiente y entonces lo llamé. No contestó.

Que sorpresa.

Le había enviado cinco mensaje y lo he llamado diez veces. Marico, corta la nota y ya.

Al lado mío se estaban acercando unas chamitas, me estaba haciendo la guevona porque yo no me acordaba haber salido en un artículo con Harry o algo al respecto. Así que no le paré bolas al principio.

A parte que seguro eran unas carajitas buscando oficio.

Volví a prender mi teléfono esperando una llamada de Harry, o por lo menos un mensaje para parar de hacerme mentes. Es que yo soy experta haciéndome películas, y en esa Harry me estaba ilusionando como gafa.

Empecé a matar el tiempo tomando unas fotos con la cámara chimba de mi teléfono. El peo fue cuando la acción se devolvió hacia mi persina, y no había sido que la mata me estaba fotografiando.

Volteé cuando escuché que habían pelado bajarle el volumen a la cámara, haciendo que se escuchara la toma. Eran las mismas chamitas.

Me hice la loca y empecé a caminar para el otro lado de la plaza, esperando que dejaran de seguirme y preguntandome a mi misma cómo carrizo saben de mi bendita existencia.

—Chama, ¿dónde estás? —dije cuando Elisa contestó el teléfono. Volteé y volví a ver a un grupo un poco más grande.

Nawebona, qué interés tienen.

—Ya terminé de comprar los helados, te estoy viendo desde aquí, quédate ahí.

—Ven rápido, que hay gente que están interesados porque no paran de seguirme.

—¿Cómo saben de tu triste existencia?

—¡No lo sé!

—A esa gente le falta es barrio —dijo y me cortó. Me senté en un banco esperándola mientras jugaba con mis manos.

Seguro se estaban confundiendo, chama. Porque no hay otra explicación.

Hola... —dijo acercándose un chamo y sentándose a mi lado. Yo creo que para ese entonces aun no superaba el trauma venezolano.

Prima venezolana »h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora