(52) El gran paso

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Pensaba que era invisible para el resto, pero hoy me doy cuenta que al menos en un caso no lo fui. Durante años observé la rutina de los chicos, temprano por la mañana rumbo a sus clases, y ya en la tarde de vuelta a sus hogares. A veces los veía tristes, otras veces nerviosos por algún examen, también los vi enamorados, y otras cuantas gritando de la dicha. Y mientras ellos vivían su mejor etapa, yo estaba aquí, mendigando por alguna moneda, alimentando a las palomas o recogiendo alguna basura que pudiese servirme a mi improvisada casa de cartón. Fue en un día normal en que la conocí. Era una chica llena de nervios y miedo en su mirada, sabia reconocer que era su primer día de clases, su manera insegura de caminar la delataba. Observaba todo a su alrededor, sin dudas era nuevo para ella. Y entre todo lo nuevo que descubría, ella se fijó en mí. Me dedicó una sonrisa y se marchó a clases. Lo interesante es que a su salida ya no estaba igual, al parecer no había sido bien recibida, traía en sus manos su ropa rota, y llevaba una chaqueta que no le pertenecía, al menos un chico ha sido bueno con ella después de todo. Ella caminaba con un rostro lleno de intriga, pero nuevamente posó su mirada en mí. Yo casi por instinto la hice detenerse.

-Señorita, quizás no ha tenido un buen día, permítame obsequiarle esto- Tomé un llavero en forma de gato que había adquirido y se lo obsequié. Ella sonrió y también abrió su bolso y sacó su almuerzo del día.

-Acéptelo por favor – me dijo mientras estiraba su mano con el contenido

-¿No has almorzado hoy? – le pregunté preocupado

-No, no he tenido tiempo, pero descuide, en casa tengo cosas – dijo con algo de impresión

-Gracias, es muy amable señorita

-Gracias a usted ¿señor...?

-Vagabundo, soy un vagabundo

-Pero... ¿no tendrá un nombre?- preguntó con una sonrisa

-Vagabundo. Me apellido "de la esquina", y ¿usted?

-Soy la señorita Luna – respondió siguiéndome el juego – gracias nuevamente.

Nos despedimos con un gesto y desde esa jornada le presté atención, al parecer fue el día en que comenzó una gran aventura para ella, la cual estuvo llena de amoríos, amigos y actividades.

Hoy en día me encuentro entre sus invitados, en medio de una gran recepción, comiendo bocadillos y viéndola sonreír mientras viste de perfecto blanco. Su chico se ve enamorado, espero que la haga feliz, y además tienen un pequeño hijo, él cual no deja de preguntarme cosas; ¿Es usted santa Claus?, ¿Cómo puedo tener el pelo como ud?, ¿tiene 100 años?, ¿cómo hago esto?, etc, etc.


~~Luna~~

Es uno de los días más felices de mi vida, esperé con paciencia a que sucediera, y aquí estoy, en medio de mi boda. Con Castiel la pospusimos un par de años, la promesa fue que terminaríamos nuestros estudios y lo haríamos. Y así fue, Castiel los terminó, pero no creo que realmente se dedique a ser ingeniero, ya que están a punto de firmar un contrato discográfico junto con su banda que comparte con Lysandro. Todo parece marchar de maravilla.

-¡Luna!, ¿qué haces ahí sentada? – Dijo Rosalya a través de la ventana del vehículo – El novio te está esperando

Me baje del automóvil cuidando de mi vestido, era acampanado, largo y strapless. Me puse un velo para darle más elegancia, y caminé de la mano de mi padre hasta el altar. Le vi emocionado, pese a que vivió momentos amargos por mi culpa. Recuerdo cuando se enteró del bebé, fue duro para ellos, no paraban de culparse, decían que fue por haberme dejado sola, no estaban contentos, estaban desilusionados de ellos mismos. Pero todo cambio cuando conocieron al pequeño Tobias, les cambió la mirada, parecían más felices que antes, y toda la tormenta se transformó en armonía.

Castiel, Mi rebelde Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora