Alguien apareció por un lado del autobus. Era yo, había estado andando todo el rato, si es que a cojear se le puede decir andar. Tenía el tobillo mucho más inflado que antes, el pelo pegado a la frente por el sudor debido a no dejar de caminar y huir de aquellas criaturas bautizadas con el nombre de subhumanos. Rápidamente bajaron Gonzalo y Alejandro, pero yo ya me había desplomado sobre el suelo. Alejandro me cogió de un brazo y me fue arrastrando, con la ayuda de Gonzalo, hasta la puerta del autobús. Me pusieron de pie, como pudieron, y me llevaron dentro del autobús.
-¿No tienes algo que decir?- Gonzalo me instó a que dijera algo para romper aquel silencio que reinaba actualmente en el autobús. Parecía que todos se sorprendían de verme con vida, a pesar de presentarme en aquel estado.
-No tendréis delicadeza para ayudarme pedazo de cabrones.- estaba exhausto por lo que me costó hablar, e incluso sonreír después de eso.- Otra cosa...- respiré varias veces.- Dejadme que os alcance. Llevo... desde lo de las rocas... sin parar de seguiros continuamente.
-Héctor, estás vivo.- Lucía había hablado, mientras estaba recostada ocupando dos asientos. Sobre su tobillo, una venda con algo de hielo encima, sin duda habían actuado rápido cogiendo lo necesario de los materiales detrás de los asientos del fondo del autobús. Mi perra se puso a ladrar, mientras que mis dos compañeros y amigos me llevaban hasta uno de los asientos libres. En eso, Natsumi se acercó y se sentó a mi lado mientras el resto se me juntaba alrededor, formando una especie de coro. Algunos de ellos miraban sorprendidos, otros contentos, aunque la mayoría entremezclaba esas emociones.
-Cuenta, ¿cómo has llegado hasta aquí?- Cara me había preguntado, pero no me encontraba con ánimos de responder a esa pregunta en ese preciso instante.
-Antes de eso... será mejor que entremos a algún garaje. Se avecina una tormenta.- entonces tras decir eso, Alejandro se puso al volante y aparcó dentro de un garaje que daba a la plaza de la calle paralela a la que estábamos. Entre Cara y Natsumi cerraron la puerta metálica que daba a la calle, Luis y Gonzalo fueron a revisar la única escalera que había hasta aquel sótano. Dentro de aquel oscuro sótano no había ningún vehículo, pero en las paredes habían dos estanterías, sobre las cuales habían botes de pintura y alguna que otra caja de herramientas, y en el techo, unos cuantos tubos fluorescentes iluminaban el lugar con una extraña y tenebrosa luz. Además de eso y las tres entradas o salidas, había una tercera puerta, la cual daba a un pequeño trastero. La puerta metálica estaba abollada, y tenía pequeños agujeros que parecían de balas de una pistola, los orificios habían sido hechos desde dentro a afuera debido a que el metal se había levantado un poco hacia fuera. Unos cuantos nos acercamos y miramos lo que había dentro, después del "hallazgo", Natsumi vomitó. No estaba acostumbrada, aún.
-Me... joder. Caguen la puta.- todos apartaron la vista, excepto el padre de Laura y yo. Dentro del cuartillo, oscuro, yacía lo que había sido una persona, o por lo menos la mitad. Las paredes todas salpicadas de sangre, parecía humana, pero no se podía saber a ciencia cierta. Los intestinos colgaban de la mitad de la persona, todos sueltos y revueltos, el bazo mordido reposaba sobre el suelo, cubierto de una capa de sangre rojiza. Un trozo quedaba de lo que había sido el estómago, con el ácido estomacal vertido sobre algunos intestinos, los cuales tenían agujeros hechos por quemadura. No había rastro de ningún riñón, medio pene se mantenía unido por únicamente un hilo de piel, literalmente. No quedaba nada de las piernas, solo jirones de ropa, empapados por un rojo escarlata. Algunos huesos sobresalían entre aquel amasijo de entrañas, con su característico color blanco, pero con sangre seca en varias partes. En el pecho, un agujero mostraba la parte de dentro, excepto el corazón, varias venas sobresalían por aquel demente agujero, la aorta, las arterias pulmonares y venas cavas, todas salían por el agujero y colgaban sobre el cuerpo de aquel muerto. Era... asqueroso. La sangre seca parecía ríos bajando por una ladera de carne para pasar por un masijo de esta y acabar en el suelo en el gran lago, ahora seco.
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El anochecer de la humanidad
Action-No sabía que hoy sería el último día normal, ni que acabaría con estos amigos, ni que acabaría luchando contra la peor catástrofe que ha sufrido la humanidad.- El día a día de los jóvenes estudiantes que asisten a un colegio en Bétera, Valencia...