Una vez en el claro sacamos algo de comer, pasta enlatada, una ración para cada uno de nosotros, un huevo partido en dos ya cocinado, un plátano o manzana, lo que quisiera cada uno, nueces y chocolate suficiente para todos. Habíamos dispuesto la comida en círculo, enfrente nuestro, y en el centro hicimos una hoguera. Recogimos algunas piedras que habían mientras uno de nosotros apartaba las hojas y ramas que se pudiesen prender del centro. Además de eso, aprovechamos algunas ramas para utilizarlas como combustible, y encendimos el fuego. Abrimos las latas e introducimos un poco de agua, luego removimos el contenido como pudimos aprovechándonos de algunas otras ramas pequeñas o los dedos, y luego dejamos las latas muy cerca del fuego para que se cocinara un poco la pasta y fuese más o menos comestible. Así que mientras tanto empezamos a comernos la fruta, cada bocado lo dábamos lentamente, y no por masticarla bien sino porque estábamos retrasando aquello que en el fondo sabíamos que iba a suceder. Justo al terminar comprobamos que la pasta ya estaba en un estado que permitía digerirla sin que nos causara malestar, así que escurrimos la pasta y nos la comimos a pesar del poco gusto que tenía sin la salsa y condimentos a los que estábamos tan acostumbrados. Finalmente acabamos esa "deliciosa" comida con las nueces y por último el dulce chocolate. Tras aprovechar lo que pudimos aquel lugar nos dispusimos a levantarnos y continuar el camino hasta nuestro destino, pero decidimos finalmente quedarnos tumbados recuperándonos un poco más, antes de salir a un campo de batalla donde podríamos perecer y no ver lo que se encuentra al final de este incierto, oscuro y peligroso túnel. Nos recostamos en los árboles sin siquiera pensar en los alrededores, tampoco notábamos nada fuera de lo común. Cerré mis ojos, mientras abrazaba tranquilamente a Natsumi, y respiraba tranquilamente, menos mal que habíamos escogido un camino relativamente tranquilo comparado con los otros lugares que servían de alternativa. Pasamos unos minutos en aquella calma, incluso un pájaro empezó a piar cerca nuestro, y nos miró con sus ojos negros desde una de las ramas, como si lo hubiesen apostado ahí para vigilarnos, puesto que no apartó la mirada en ningún momento. No me quitó la tranquilidad, y en un momento, no sé bien cuando, dejó de cantar y se puso cómodo en la rama hasta que se quedó dormido, o por lo menos lo parecía. Después de esa paz nos levantamos aun con el sol en el cielo, pero iba descendiendo cada vez más y quedaban solamente unas horas de sol. Cogimos nuestras cosas y nos pusimos en marcha nuevamente.
Después de andar durante una hora finalmente contemplamos como se alzaba aquella gigantesca muralla, vimos, desde la lejanía, como de preparada estaba. Encima de ella varios morteros se disponían a lo largo de esta impresionante estructura. Además varios cañones de metralletas pesadas asomaban por los muchos agujeros que habían a una altura prudencial. No solo eso sino que también parecía haber cañones de tanque a una altura que sería imposible para un tanque. En la parte baja de la muralla habían salientes puntiagudos, uno tras otro, hasta la altura de tres metros, no los distinguimos bien, pero supusimos que eran estáticos. Nos quedamos sin habla, era posiblemente la mejor muralla construida por el hombre hasta la fecha. Sin duda alguna esa comunidad será el lugar donde se preservará a la humanidad, será la capital mundial si llega a sobrevivir la raza humana.
-¿Qué os parece?- preguntó alguien a nuestras espaldas, pero estando tan absortos como lo estábamos no respondimos de inmediato. La voz me recordaba a alguien con quien había luchado hombro con hombro. Por fin separé la mirada de aquella impresionante estructura, que parecía la protección de una verdadera fortaleza inexpugnable. Al girarme vi a aquel chico del que ya no me acordaba, de aquel chico que se había separado de nosotros, junto con la compañía de otros. Por detrás aparecieron Claudia, Laura y Mark, todos ellos parecían muy cansados y no solo por el trayecto. Además de eso se les notaba diferente y no solo en el aspecto físico, como la barba tempranera o algunas cicatrices que se le marcaban bastante en el costado derecho de la cabeza, las cuales empezaban justo donde terminaba la ceja y se extendían hacia atrás, zonas en las cuáles el pelo no había crecido. En cuanto al vestuario, este no estaba mucho más limpio que ellos mismos, parecía que habían sufrido bastante en el último tramo. Mientras nos mirábamos en silencio nos fuimos a un lado del camino y nos sentamos, parecían exhaustos, a pesar de que llevaban solo dos mochilas, una grande y otra bastante más pequeña, poco más grande que el tamaño de la mano. Entonces me percaté, estaba ya tan acostumbrado a ellas que no me había fijado, todos llevaban armas, y no armas como las nuestras, las suyas eran más potentes. Mark llevaba una escopeta recortada, y los cartuchos le colgaban de una bandolera que tenía colgada sobre el pecho, mientras que Carlos llevaba un par de hachas para abrirles la mente a los enemigos a su paso. No solo ellos, sino que ambas chicas, ya no eran tan delicadas como al principio del viaje, ahora llevaban ambas pistolas, y buenas además. Después de fijarme en esos detalles, vi que solo eran cuatro y que no iban a venir los demás, comprendí entonces que al igual que nosotros ellos habían tenido bajas. No quise revivir esos recuerdos, al igual que yo no quería que se revivieran los míos.
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El anochecer de la humanidad
Action-No sabía que hoy sería el último día normal, ni que acabaría con estos amigos, ni que acabaría luchando contra la peor catástrofe que ha sufrido la humanidad.- El día a día de los jóvenes estudiantes que asisten a un colegio en Bétera, Valencia...