Capítulo 9.

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Hacía un día que habíamos llegado a Coruscant. Anakin se presentó ante el Consejo ayer mismo, y hoy me tocaba a mí. Decidimos no reunirnos el mismo día con ellos para que no fuera demasiado visible que nos habíamos marchado juntos, así que mis funciones para con la Orden empezaban hoy oficialmente.
Anakin se había marchado junto a Obi-Wan a una negociación con un planeta del Núcleo.

—¿Qué tal está, Dama Gienah? —Me preguntó Windu.—

—Me encuentro muchísimo mejor. Estoy físicamente recuperada, y con todos mis huesos soldados.

—Eso una gran noticia es. —Completó Yoda.— Ya que me acompañase en una importante misión me gustaría.

—Por supuesto, maestro. —Hice una reverencia.—Haré lo que desee.

—Se trata de un pequeño viaje que hacer debo. —Se tomo unos segundos antes de responder.— Los separatistas están intentando ganar adeptos, y lo mismo debemos nosotros hacer. He mantenido una conversación con el rey Kattunko por la lealtad de Toydaria, una base allí construir necesitamos. En una luna neutral nos reuniremos. Mañana a primera hora una nave tomaremos.

—Por supuesto, maestro. No le defraudaré.

—Eso espero, Gienah. Una buena oportunidad para conocer mejor sus habilidades es. —Hizo un pequeño movimiento con las manos.—

—Estoy de acuerdo, maestro.

—Entonces, que te prepares mejor será.

—Sí. Muchísimas gracias. —Hice una reverencia y salí de la estancia.—

Cuando acabé mi reunión con el Consejo me dirigí a una sala de entrenamiento. Sabía cuáles eran mis capacidades, pero quería está entrenada para la primera misión que tenía con el maestro Yoda.

Era noche avanzada y yo seguía allí, practicando, así que decidí que era una buena idea parar, darme un baño y dormir. Debía estar descansada, todos mis sentidos debían están al cien por cien.

[...]

[Narrador externo omnisciente]

El rey Kattunko ya se encontraba sobre la luna en la que se había fijado la reunión con los Jedi, pero estos se retrasaban.

Desgraciadamente, no estaba solo. Un pequeño ejército separatista se encontraba también allí.

—Saludos, rey Kattunko. —Saludó la que parecía la líder. Era una criatura semihumana, femenina, alta y con una piel oscura. Su cara era realmente tétrica.—

—¿Quién eres? —Preguntó el rey Kattunko.—

—Una simple emisaria, Majestad. —Le cedió un comunicador.— Mi maestro quiere hablaros.

El holograma del conde Dooku salió del comunicador.

—Kattunko, gran soberano de Toydaria. —Lo alabó en forma de saludo.— Perdone mi intrusión.

—Conde Dooku... —Dijo sorprendido Kattunko.—

—He sabido que el maestro Yoda quiere que concedáis a los Jedi el permiso para construir una base en vuestro sistema, a cambio de... Protección. —Hizo especial énfasis en la última palabra.— ¿Es eso cierto?

—Sus espías son eficientes. —Añadió calmado.—

—Aunque dudo que puedan ofreceros protección, si no pueden protegerse a sí mismos.

La Dama Gris | Anakin SkywalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora