La ridícula idea de perderte. 8

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Entre las risas y el tequila la excitación que se habían provocado era suficiente para que sus cuerpos se sintieran calientes y excitados. Ella a horcajadas de él, envolviéndolos mientras que con besos se hacían saber que se querían, se querían destrozar a besos.

Mientras se besaban con un deje de brutalidad, César metía las manos por debajo de su blusa y empezaba a recorrerle la espalda con sus enormes manos. Y como estaban un poco frías y la espalda de ella caliente entre la ropa y el deseo, hizo que le agarrara un escalofrío. César lo sintió y empezó a frotarla para que sus manos se calentaran rápido. Le desprendió la ropa interior y pasó adelante para frotarle los pechos y notar que ya estaban excitados.

-Quiero que me hagas el amor como haces el café cubano...

César sonrió totalmente excitado mientras la miraba con los ojos brillosos del deseo. Le sacó todo lo que pudiera molestarle para ver sus tan dichosas pecas. Solo la dejó con el sostén mientras la sostenía por la cintura y con toda la voz ronca que pudo.

-Lo primero es agarrar la cafetera así y la abres por la cintura...

Ella tiró el cuello para atrás porque escucharlo así la volvía loca, mientras él recorría su piel sedosa.

-La desenroscas...

Le sacaba el sostén y le masajeaba sus pechos mientras acercaba su cara a ellos para poder saborearlos y hacerla entender que no iba a existir lugar más excitante que ese, estar ahí con él preparándose para hacer el amor. Mientras su boca seguía saboreando usó sus manos para desprender el pantalón y meter la mano en su sexo. Estaba lista.

-Me encanta saber cómo te pongo.
-Solo contigo. Odio la manera en que me pones.
-¿Odias? –mientras tanto él seguía jugueteando con su sexo y ella entre espasmos le respondía-
-Sí, porque no importa lo que haya pasado siempre termino perdonándote en la cama. Te quiero demasiado y por eso me duele cuando me haces algo, no importa lo pequeñito que sea.

Apenas terminó de decirlo gritó con un gemido de excitación porque César quiso recompensar ese dolor con más... dolor.

-¿Todavía no me has perdonado?

Ella se levanta de su cuerpo y él se sorprende.

-Sí, no puedo si te tengo así para mí. –se sacaba lo que restaba de ropa-
-Pensé que no ibas a querer.

Volvió a sentarse sobre él pero ahora completamente desnuda y él volvió a besarla mientras le brillaban los ojos.

-¿Seguimos haciendo café cubano? –recorría su cuello mientras liberaba su excitación-
-Por supuesto.
-Entonces ahora llega la parte donde tienes que echar el agua en la parte de abajo...
-largó una carcajada-Pues sigamos los pasos como se deben.

Como no hacía falta más, Victoria hizo que se encajaran rápidamente y César ya estaba dentro de ella bombeando suavemente.

-Sigue la parte donde el cucurucho va donde vas a echar el café.

Ella se reía mientras lo seguía recibiendo mientras lo besaba porque lo tenía frente a frente.

-Y ahora... la pones al fuego y ella te da café.

Entre risas lascivas no sabían por qué ni como pero la conexión brutal que tenían en el sexo era esplendida entonces no podían desaprovechar y saciarse por completo.

César veía que estaba por llegar a la cima porque sus manos estaban tensas.

-No, espérame todavía no. Quiero que lo hagamos juntos.

Victoria se reprimió las ganas de llegar poniendo cualquier cosa en su mente para distraerse por unos segundos para darle espacio a él y así poder hacerlo juntos. Fuerza, rapidez, brusquedad y gritos, gemidos... más, más. Placer.

La ridícula idea de perderte. #VyCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora