La ridícula idea de perderte. 1

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Como en una mañana cualquiera...

-Un mes. Un mes estuve fuera del país, ¿y tú no eres capaz de quedarte una mañana entera conmigo? Acaso tanto te molesto que ya ni siquiera eso.
-Victoria, sabes cómo son mis tiempos... que te pasa pensé que estas charlas ya no eran necesarias. Aparte no fue un mes, recuerda que me hiciste viajar para estar ahí, fui más de una semana sabiendo lo atascado de trabajo que estaba.
-En realidad ser tu esposa cada vez parece menos necesario, ¡uuuy y sí... te costó tanto dejar de trabajar para salir de vacaciones! –irónica- Te insistí por ti, porque al final nunca pasamos tiempo en familia si yo no pongo todo de mí. –se levantó de la cama yéndose al baño enojada-
-No te enfades.
-Ve, que te espera tu secretaria. A ver si en la tarde le pido un lugar y almorzamos juntos.
-Amor no te enfades...

Quiso entrar al baño con ella pero le había puesto traba. Ese pestillo la había salvado en varias ocasiones.

-Me voy a quedar contigo.
-...
-Tienes razón, vamos por algo a desayunar, solo los dos... no despertemos a los niños.

Seguía en silencio, su esposo escuchando que ella no emitía sonido, pero se lavaba los dientes. Salió toda indiferente.

-No es necesario, ve a trabajar. Voy a seguir durmiendo.

Sin pensarlo se vuelve acostar en su lugar de la cama y se tapa hasta la cabeza.

-Apaga la luz cuando salgas, que tengas lindo día.
-suspira-¿Estás segura?

Esperó 10 segundos a que ella contestara pero no, se había enfadado así que salió a sus responsabilidades como todos los santos días.

Un minuto después, Victoria marcaba un número de teléfono, pero ese teléfono seguía sin contestarle.

-¡Contesta, cabrón!

Ese era el tercer mensaje de voz, los dos primeros eran más tiernos y pacientes. Este era todo lo contrario. Volvió a insistir y esta vez ese deseo que repetía en su mente "contesta, contesta" se cumplió.

-Qué pasa.
-Por fiiiiiin, por fin contestas por Dios.
-Oye estoy ocupado, ¿no entiendes que no quiero hablar contigo?
-Me vale que estés ocupado, ¡ya no puedes seguir enfadado por eso por favor César! Yo no tengo la culpa de nada de lo que pasó por Diossss...
-No me interesa quién sea el culpable. Fue suficiente, la gota que derramó el vaso Victoria, entiende...
-¿Entiende qué, entiendo que por eso no me quieres ver más? Tengo ganas de meterte una bofetada en el centro de la cara, te estoy odiando ya... me tienes harta, harta de que me salgas con estas niñerías e inseguridades cada dos por tres.
-Me arrepiento de haberte contestado.
-¡Yo me arrepiento más de haberte llamado, imbécil!

Que maravilloso inicio de semana se decía. Pensaba escaparse con César para arreglar las cosas, pero eran un poco imposibles todavía, así que había decidido seguir con el plan de dormir toda la mañana, pero tras media hora de vueltas y vueltas, vio que fue imposible.

Se levantó con un humor poco tolerable y sus empleadas se percataron por eso no la molestaron. Sus hijos seguían durmiendo y agradecía por eso. Se sentó en la sala de estar del primer piso, uno de sus lugares favoritos en la casa porque casi nadie la habitaba, se encerró con su laptop y una taza de café. Revisando sus mails, no dejaba de pensar en ese momento que la traía tan mal.

Semanas atrás, Victoria había llegado con su hija a buscar a José Eduardo al foro, entre platica y platica descubrió que César estaba ahí haciendo unas pruebas. Le había mentido, porque estaba probando para una novela donde no trabajarían los dos, cuando le había prometido que el próximo proyecto iba ser para estar juntos, por eso decidió dejar a sus hijos por un momento para ir a buscarlo y exigirle una explicación.

La ridícula idea de perderte. #VyCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora