IV

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"Y te veo y me doy cuenta de algo importante.
Que cuando haces presencia me cuestionas, como a un dubitativo me haces vacilar.
Pierdo todo hilo de la cordura.
Si es que habrá alguien con belleza tan armoniosa como la tuya.
Si es real.
Si es que mi sístole funciona bien, cuando por tu presencia se desorbita mi corazón.
Me pregunto cuanto te quiero, pero no encuentro una respuesta que me explique.
Es mi batalla perdida.
Porque tu me hablas, pero mis palabras no te alcanzan.
Porque nos acercamos, reímos juntos. Porque tengo urgencia de ti, aunque tu no la sientas.
Dicen que el amor toca con el corazón el alma.
Tu cuerpo, absorto, que a ratos nota mis agites.
Se que lo sabes, pero callas.
Ebrio de tu fragancia, hipnotizado por tus labios.
Es imposible no caer, tus ojos cargados de sentimientos que desconozco, bien ocultos tras tu silueta.
Pero me quieres, o en sueños me lo parece. Y se entonces, que no importa correr peligro de quererte.
De cualquier modo, mi amor por ti, es algo que no puedo soslayar".

Victoria ha terminado de leerlo. Hablando alto, casi sintiendo y parece que le tiemblan las piernas.
Me pregunto que tan buena idea fue haberle exhibido de esa forma sus versos.
No fueron sus mejores, ni los mas poéticos, sin embargo la joven estudiante de Parsons parece turbada de saberlos.

Deja el cuaderno sobre la mesa de latón y madera de pino que ella misma no ha parado de presumirle, pues es parte de su obra. Y puesto que ya no sabe que añadir, permanece en silencio.
Es la chica, quien después de reposar su garganta unos instantes, continua con nuestra conversación.

"Me gustaría poder volver en el tiempo"

"Eso es imposible" Le contesto tomando un sorbo del suave té de hierbas que me ha preparado hace unos minutos en la cocina de su apartamento. No se porque ha dicho eso, pero por la tonalidad en sus palabras noto que no esta de broma.

"Oh ¿Por qué no le conocí?" Reprocha acomodando bruscamente la palma sobre su mandíbula, sosteniendo su barbilla.

"No debía ser así" Conteste de inmediato como en cualquier otra ocasión en donde no encontraba explicación a los enigmas de la vida.

"No es tan simple"

"Si lo es" Contrapuse a su postura sacándole ese entrecejo arrugado que involuntariamente aparecía cada que no entendía mi actuar "El lo decía así, que no importaba como, las cosas terminaban ocurriendo de una u otra manera. Y nosotros no tenemos más que aceptar sus cometidos. De eso se trata el ser".

Entonces le vi rodar los ojos sintiéndose incomprendida. Era la primera vez que la notaba contrariada por algo de mi procedencia.

"No lo digo a la ligera" Recalco "No sirve de nada estacionarse en un pensamiento utópico. No ocurrió, y es todo"

"Resulta ser usted muy absoluto"

Rio por la repentina seriedad para conmigo después de la ironía de nuestra inmediata cercanía, notándose que estoy en su lugar de estancia en la cuidad "Lo soy, aunque cause muchas molestias por eso".

Nuevamente nos quedamos en silencio. Ella me sonríe, dándome la razón sin palabras. Y disculpándose también, por su insolencia a pesar de la madurez de sus años.

"Entonces ¿Cuando fue que comenzó a aceptarle? Porque ahí parece que mucho amor todavía no le daba al pobre" La cuestión me deja divagando por una respuesta concreta, ademas de hacerme reír, por supuesto.
Volviendo a mi seriedad reparaba en que, siendo honesto, no lo recordaba con exactitud. Probablemente porque no fue un momento en particular que lo cambiara todo entre nosotros.

A la orilla de Nueva York (Minkey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora