12, Longest night

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   Los minutos pasaban y, la oscuridad continuaba presente. No había nada, ni una vibración, ni un sonido, nada.

   Pasaron los segundos. Minutos. Y de un golpe repentino, el Penitente volvió a la vida. Thomas comenzó a golpear mi pie de nervios, estaba llamando mi atención. Frente a mis ojos, pude ver las patas metálicas del Penitente que nos asechaba.

   No sabía que hacer, tenía miedo. La mejor idea que tenía era mantenerme ahí escondida hasta que el Penitente se fuera. Era lo mejor. Y así pasó.

   El sonido del Penitente había cesado nuevamente. En ese entonces, Thomas golpeó mi pie y asomó su cabeza. Salimos de la enredadera encontrando al Penitente ahí, como si estuviese muerto.

   Thomas lo observaba confundido, asustado.

        —No lo hagas— susurré. El chico se acercaba al penitente curioso. Tenía mis nervios de punta, sólo supe tomarle el brazo y lanzarlo hacia atrás, justo en el momento en el que el Penitente volvía a la vida.

        —¡Corre, corre, corre, corre!— grité. Partimos la carrera por el pasillo que teníamos a nuestras espaldas. Thomas corría a mi lado a toda velocidad, con la respiración agitada, soltando gemidos de adrenalina, al igual que yo. Giré la cabeza hacia atrás sin detenerme para asegurarme de estar a salvo, pero ahí se encontraba la maquinaria morbosa con su garra extendida que se abría y se cerraba una y otra vez.

   Doblábamos las esquinas del Laberinto sin mirar atrás. Éramos seguidos por una estrepitosa gama de sonidos que acompañaban a la criatura. Giramos a nuestra derecha encontrando una perfecta muralla con enredaderas lista para ser escalada.

   Thomas agarró mi mano con fuerza y aumentando su rapidez me ayudó a dar un salto junto a él. Nos aferramos a las lianas intentando escalar lo más rápido posible. Solté un grito de dolor. Había quemado mis manos con las lianas en el momento en el que casi resbalo.

   Ambos miramos hacia atrás, el Penitente venía corriendo directo a nosotros. De un salto, la criatura quedó enganchada en la enredadera a nuestros pies. Thomas dio un grito de miedo. Escalábamos con dificultad para llegar a la cima del muro. Las lianas a nuestro alrededor tiritaban y eran jaladas por la criatura en sus intentos de agarre. Thomas agarró la espalda de mi vestido y me jaló con fuerza para subir el muro. Corrimos directo y rápidamente hacia otra muralla con enredadera para bajar.

        —Uno, dos, tres— susurré. Sin soltar la mano de Thomas, di un gran salto hasta quedar sujetada de la enredadera. El Novato estaba a mi lado. Segundos después, el Penitente había saltado a la enredadera al igual que nosotros, encontrándose sobre nuestras cabezas.

   Bajamos rápidamente y continuamos corriendo por los pasillos. Íbamos directo, Thomas me tenía tomada de la mano con fuerza y fue en el minuto en el que íbamos a cruzar otro pasillo, en el que fui arrastrada de un tirón por un pasillo continuo.

        —¡Shhh!— dijeron. Minho había jalado a Thomas con fuerza. Nos detuvimos ahí a contener un poco la respiración y luego respirar profundo

        —¿Minho?— el asiático levantó las cejas con una sonrisa, iba a acercarme a él, pero sus ojos bajaron a mi mano, que aún sostenía la de Thomas. El chico le plantó un empujón al Novato, quien lo único que había atinado a hacer había sido levantar ambas manos inocentemente.

   Sin perder otro segundo, Minho sostuvo mi mano apretándola con fuerza y continuamos corriendo. No había momento para pensar, pero por mi cabeza pasó la garlopa idea de ponerle atención al camino que siempre recorríamos para volver a la salida cuando fuese necesario.

Corrimos, corrimos, corrimos y corrimos durante casi toda la noche. Doblamos cansados por el pasillo, las paredes habían comenzado a moverse en la sección en la que nos encontrábamos. Eso podía significar sólo una cosa: se acercaba la hora de la abertura de las puertas.

En mi interior sentí una gran conmoción, estábamos sobreviviendo, pero aún así, faltaba el Penitente que nos perseguía.

—¡Thomas, vamos que esperas!— grité deteniéndome. Sus ojos chocaron con los míos y luego con los de Minho. Se detuvo de costado, mirando como el Penitente se acercaba y los muros comenzaban a moverse. La sección estaba cambiando y si Thomas no se movía de ahí, podría quedar aplastado.

—¡Nuevito, que haces!— gritó Minho. Ya no había espacio. Thomas corrió a toda velocidad para cruzar los muros y de un salto lo había conseguido. El Penitente quedó aplastado entre las murallas y nosotros estábamos tendidos en el piso del susto.

Escuchábamos nuestras respiraciones . Transcurrió media hora. Ninguno soltaba palabra alguna.

El amanecer estaba en pleno desarrollo. Teníamos que volver a la entrada del Oeste.

—No puedo creer que estemos vivos— dije.

—Shuck... Soportamos toda la noche, algo nunca visto antes

Los tres soltábamos gemidos de dolor. Vaya noche ésta.

—Debemos regresar— dijo Thomas —. Ir por Alby, bajarlo de la enredadera

—Es imposible que esté vivo— Thomas hizo un esfuerzo por ponerse de pie. Minho no creía en la vida de Alby, yo... Pensaba que podía ser cualquier alternativa.

—Vamos— dije —, de todas formas tenemos que volver

Nos pusimos en marcha. Minho tomó la delantera guiándonos. Al igual que yo, habíamos reconocido terreno.

   Cerré mis ojos pasando ambas manos por mi cabello y me dejé caer en las rodillas. Un gran suspiro fue el impulso para ponerme de pie y seguir adelante.

   Miré hacia lo alto del muro encontrando a Alby aún colgando de las lianas. Estaba intacto.

   Me senté apoyando la espalda en el muro mientras Minho y Thomas lo bajaban. Mi cuerpo estaba lleno de rasguños, mis manos ardían y podía ver un poco de piel quemada y carne.

        —Muy bien, aún respira

   Minho y Thomas se sentaron a los costados de Alby. Esperamos a que los muros abrieran.

   El piso bajo nuestros cuerpos comenzó a temblar y un ruido ensordecedor llenó el aire. Por fin habían abierto los muros. Cerré los ojos, tenía nostalgia guardada, quería entrar al Área y comer algo, beber un poco de agua, escuchar la voz de Chuck y olvidar que la noche anterior había sido casi como vivir en el infierno.

   Los muros habían abierto en su totalidad. Nos mirábamos los unos a los otros y entendimos que a era hora de volver. Lo añorábamos.

        —Listo, ya es hora— me puse de pie sintiendo un dolor en el tobillo. Con la adrenalina no había sentido dolores hasta ahora y, no recordaba haber doblado el pie o algo. Le eché un vistazo rápido deseando no ver algo extraño ahí abajo.
Minho y Thomas levantaron a Alby apoyando sus brazos entre sus hombros. Nos miramos y caminamos hacia la entrada.

   Del otro lado pude ver a Chuck gritando nuestros nombres y a Newt asombrado. Habían otros habitantes alrededor de ellos. Con mi cojera logré cruzar los muros y rendirme, cayendo tendida sobre el césped.

   Mis ojos se cerraron, me sentí segura y en paz. Escuchaba gritos a mi alrededor y alguien comenzó a mover mi cuerpo intentando reanimarme. Abrí los ojos pesados con fuerza para poder ver algo, sin embargo sólo logré ver siluetas. La silueta de Gally arrodillada a mi lado. Moví la mano para tocar la suya pero no logré hacerlo. Mis ojos se cerraron por completo.

She's My Runner | Minho | TMRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora