Capítulo 17.

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Hugo se comporta tal y como había esperado. En silencio y sin someterme a ningún interrogatorio acerca de papá.

— Gracias por acompañarme — Le susurro de vuelta en el coche. Tengo un nudo en la garganta, tener que visitar a tu padre al cementerio es algo que no debería existir.

— No tienes porqué dármelas, Mel. — Se mantiene cauto — ¿Te apetece hacer algo?

— No sé, Hugo — Aprieto los labios — No demasiado.

— Quiero animarte.

— Ya lo haces, créeme.

— ¡Ya sé! — Sonríe divertido — Tengo el lugar perfecto. — Me mira, dándome un pequeño apretón en la muñeca.

Yo simplemente me dejo llevar, no tengo ni idea de qué está haciendo conmigo, pero definitivamente es bueno. Me ha cambiado.
Es perfecto, él, su forma de ser, su compañía...

— ¿Qué piensas? — Me pregunta al verme despistada.

— En nada — Muevo la cabeza a ambos lados.

Conduce durante una media hora más, incluso sale de la ciudad. No he pasado nunca por esta zona pero tras algunos kilómetros gira a la derecha por una estrecha carretera y poco después aparca en un parking repleto de coches.

— Vamos, pequeña. — Me ofrece su mano.

Desde donde estamos puedo comprobar perfectamente donde me ha traído, ¿cómo se le puede haber ocurrido?

— ¿Una feria para niños, en serio? — Digo al ver las primeras atracciones — No es por nada Hugo, pero tengo casi dieciocho años.

— Y yo veintiocho, ¿y? Mira, intenta pasarlo bien, y... si esto no funciona, te llevaré donde tú quieras, ¿trato hecho?

— De acuerdo. — Asiento, aunque la verdad, creo que da igual el sitio en el que estemos. Está conmigo y en estos momentos es lo que más me importa.

Y lo pasamos bien, no montamos en nada, claro, ya que el recinto en general está hecho especialmente para niños pequeños, pero disfrutamos recorriendo los distintos puestos.

— ¿Quieres uno? — Me pregunta Hugo, nos encontramos en uno de esos puestos donde explotas globos con los dardos y, si aciertas tienes premio. Señala un enorme oso de peluche, ilusionado.

— No, los odio. — Me cruzo de brazos — Además, esto siempre tiene truco para que pierdas, parece mentira que no lo sepas.

— Oh, vamos. Déjame probar, a mí sí me gusta. — Pone los ojos en blanco, agarrando mi mano y acercándose al puesto.

Me dejo arrastrar por él solo para sentir de nuevo su contacto, me estoy empezando a acostumbrar sin quererlo, ¿cómo puede ser eso posible?

— ¿Cuál te gusta? — Me pregunta actuando como un niño pequeño — ¿Ése, el azul? Es mi color favorito.

— No me gusta ninguno, Hugo.

Pero sin hacerme ningún caso, paga al feriante y coge los tres primeros dados. Falla la primera, también a la segunda... pero la tercera vez consigue al maldito oso azul.

— Al menos lo cogerás, ¿no? No me harías nunca ese feo, es un regalo... — Parece un niño más de la feria y al final, resignada, lo cojo, observándolo de cerca. El oso tiene un corazón entre las manos con el mensaje I love you.

— ¿Te gusta?

— Si... muchísimo. — Contesto irónica, pero al mismo tiempo me hace gracia que a él le haga tanta ilusión.

En busca de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora