Capítulo 37.

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Narra Pilar (madre de Mel)

¿Quién se creen que son esos dos estúpidos? ¿Acaso piensan que me engañan?
Él, un fotógrafo venido a menos que se enamora de adolescentes. Ella, una malcriada e insoportable niña que no sabe respetar a nadie y cree que todo el mundo está en su contra.
Pero yo sola soy más inteligente de lo que ellos dos juntos lo serán jamás.

Me di cuenta enseguida.
Primero se delató él, Hugo. ¿Cómo osaba mirarla de esa manera cuando yo estaba delante? Estaba totalmente cautivado por ella, yo lo sabía. Se notaba en el ambiente.
Después fue ella, al principio notaba su odio al mirarle, igual que hacía con todas mis parejas. Mel y su gran defecto, no callarse nada de lo que piensa, y eso influye a su comportamiento.
Su mirada de odio pronto cambió, ¿cómo lo hicieron? Solo ellos saben la historia que hay detrás, pero me fijé cómo los ojos de mi hija también se iluminaban al mirarle a él, ¿cómo podía atreverse?

Ambos me desafiaban cada día. Hay cosas que se pueden disimular, pero eso no. Sus miradas cómplices, la forma en la que aprendieron a comunicarse, sin palabras.

Supe lo suyo demasiado pronto, pero me hice la tonta... tal y como ellos querían.
Pronto me busqué a alguien que pudiera darme lo que buscaba, nunca me había costado trabajo encontrar a un hombre, y ése hombre fue Ramón, un compañero de la empresa.
No me atraía demasiado, pero Hugo ya era inalcanzable, ¿cómo podía saber que era un error traerlo a casa?
Pensé que Mel actuaría como con todos y me lo llevaría a mi terreno, parecía fácil, pero al final no lo fue.

¿Acaso esa mocosa podía darle algo con su edad y su forma de ser? Lo dudaba mucho, pero él había resultado ser otra decepción.
Ignoraba mis caricias, mis provocaciones, solo tenía ojos para una niña, la situación era asquerosa.

Recuerdo el viernes que ambos salieron. Mel con unos amigos, él a una sesión... estaba completamente segura de que ambos mentían y que se irían juntos.

Como de su viaje a la playa, no se molestaron en cuidar los detalles; sus bañadores en la lavadora, llenos de arena... me ofendía demasiado su falta de cuidado.
También me di cuenta de su complicidad, de cómo cantaban y bailaban, o de las escapadas de Hugo a su habitación en cuanto me hacia la dormida.
Vi el book lleno de fotos de mi hija, fotos que el mismo Hugo había hecho, aquella era la prueba definitiva, ¿por qué querían tomarme el pelo de tan mala forma?
Eran dos engreídos.

Apenas tuve que pensar en cómo hacer que ambos salieran de mi hogar, ellos me hicieron todo el trabajo.
Ese viernes traje a Ramón a casa, ya que la tenía toda para mí, sin Mel molestando de un lado para otro y sin Hugo siguiendo sus pasos con una tonta sonrisa de adolescente hormonado.
Y para mi sorpresa, Mel llegó primero y no con Hugo, escuché la moto de uno de sus amigos.

Estaba con Ramón en la habitación y él no me rechazaba como Hugo. Sabía lo manipulable que es y la poca personalidad que tenía desde el día que lo conocí en el trabajo.
Es el típico hombre con la autoestima por los suelos.

Mel pasó unos minutos después a casa, se entretuvo en el comedor, seguramente esperando a su querido amante.
Hugo no apareció, para mi favor, por lo que Mel subió las escaleras en silencio, era el momento de actuar.

Si ellos se habían divertido durante meses, era el momento de que me tocara a mi jugar. Así que solo tuve una equivocación en el nombre, en el momento oportuno.
El portazo de Mel retumbó en toda la casa.

— ¿Me has llamado Hugo? ¿Y qué ha sido ese ruido? Pensé que estaríamos solos.

— No es nadie, absolutamente nadie — Le dije, haciendo como si nada hubiese sucedido.

Conocía a Mel, al fin y al cabo es mi hija. No se enfrentaría a Hugo para saber lo que había pasado, directamente pensaría que era él, su enamorado, el que estaba en mi cama.
Mi hija no perdonaría una traición jamás, ya me lo había demostrado tras el primer año que no fui a visitar la tumba de su padre. Nunca había visto tanto rencor en alguien.

Estaba segura que a partir de hoy, su corta historia estaría terminada.
Se tirarían los trastos a la cabeza, al menos, era lo mínimo que haría Mel.

¿Y Hugo? Hugo no tendría ni idea de que lo está pasando, pero terminará cansándose de los desprecios y continuas rabietas de Mel. Entonces se daría cuenta de que es una niña más.

Los dos se irían de mi casa, dejaría de temer el traer a nadie y poder rehacer mi vida sin que el carácter de mi hija los espantara.

•••

Han pasado diez días desde entonces.
¿Qué hace Hugo todavía aquí? Está esperándola, claro. Pensé que se rendiría mucho antes.
Quizá él la quiera, quizá ella también, ya que no ha vuelto a aparecer.
Aunque a estas alturas y con tanto daño hecho por ellos, no era el momento de apiadarme.

En mi interior me burlaba cada día de Hugo, de cómo preguntaba por ella todavía con ilusión... eso era, un estúpido iluso.
Mel no se tirará de nuevo a tus brazos, la boba es demasiado orgullosa.

Disfrutaba cada día de mi soledad, de mis escapadas con Ramón o cualquier otro, ahora no tenía que dar explicaciones a nadie.
Estaba feliz, había conseguido lo que tanto ansiaba, separarlos.

En busca de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora