Heridas.

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El hombre con los ojos negro no sabía qué hacer, su oportunidad se le había salido de las manos, ahora tenía un gran problema, además de un muerto en el baño de su cabaña, aunque no era suya en sí, era de la persona que había poseído, Eric ... si, así era el nombre de ese cuerpo en el que estaba y no le gustaba tener que hacerlo, sentía un profundo asco así los humanos, pero tenía que hacerlo, su reina se lo había pedido, y él haría todo lo posible para satisfacerla.

No podía llegar con esa noticia o más bien problema donde ella, así que cogió el celular y llamo a su única salvación.

-tenemos un problema.- no necesitaba decir más.

- nos encontraremos mañana, en el lugar de siempre.

Ahora no sabía si había sido una bueno idea llamarlo, su voz no había sido muy amable. Pero no tenía otra opción, el maldito había tenido un veneno y no dudo en usarlo. Tenía que salir de allí antes de que alguien lo viera en la escena del crimen, pero por suerte se le había ocurrido una idea.

Tomo algunas botellas de alcohol y las puso por toda la casa, desorganizo algunas cosas, después de varios minutos, vio su obra maestra, cuando llegara la policía verían que solo fue un drogadicto además de alcohólico que se pasó de su dosis, así de simple, ya se había ocupado de todo lo demás, nadie podía decir que él había estado en ese lugar, no había ninguna pertenencia de el en la cabaña, bueno de ese tal Eric, el único testigo de ello ya había muerto hace unos días, el chófer del camión de mudanzas, al parecer había sido un trágico accidente, los frenos de su camión estaban ya muy gastados. Se quitó los guantes, los tiro a una caneca y les prendió fuego, subió a su auto y se fue.


                                                                                               ***



Después de unas horas ya estaba en el cementerio central, estaba justo a la hora en la que había acordado, estaba en la entrada de este, cuando vio a un chico no muy alto, casi no lo reconoce, se acercó un poco, se agacho para poner unas flores en una tumba de una mujer llamada Anastasia, el chico estaba a su lado hablo bajo pero frío, como él era.

- ¿cuál es el problema?

- El hombre está muerto- No necesitaba mirarlo para saber que esa respuesta no le gustó nada, no quería pararse, se sentía más seguro estando agachado, aun tenia las flores en la mano.

-Lo único que te pedí fue que me trajeras el maldito libro o al menos donde estaba. ¡No que mataras al único que nos podía dar esa respuesta!- Por suerte no había mucha gente en el cementerio para escuchar la conversación que tenían ellos dos. Se armó de valor y se levantó, pero aún seguía mirando la tumba, con las flores que había comprado afuera del cementerio.

- Yo no lo mate, él tenía un veneno.-El chico no dijo nada, por unos minutos.

-Sabía que lo estábamos buscando, tal vez ya le advirtió a la chica. Tendré que averiguarlo. Por ahora tu desaparece de la ciudad no necesito de tu servicio por ahora.

El hombre asintió y empezó a caminar al lado contrario de donde se encontraba el chico, antes de que estuviera demasiado lejos, el chico volvió a hablar.

-Ni una sola palabra sobre esto a mi reina.- volvió a asentir y se fue.



                                                                                        ***


la chica rudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora