Le había pedido que le contara dónde estaba. Le había suplicado que le diera una pista, que le dijera dónde ir a buscarlo.Perseguía sus sombras y hubiera dado la vida por conocer el paradero del cuerpo que se reflejaba en la laguna. Lagrimeaba porque corría y sus piernas no sentían el cansancio, así como tampoco parecían responderle. Había que correr hacia adelante. Él estaría adelante, nunca nunca atrás. Nada bueno podía estar atrás. Adelante y al sur.
Hubiera dado lo que fuera... en sueños. Sólo en sueños era capaz de apresurar el paso por instinto, por asuntos del corazón. Cuando despertaba, quedaban rastros de su excitación en las palpitaciones apresuradas. Al lavarse los dientes, toda ansia por perseguir a alguien, una sombra, una luz, el amor, lo que sea... desaparecía. Cuando pisaba el cemento, se convertía en esos seres que no sueñan de noche; y mucho menos de día.