Es el fuego que me alimenta. Alimenta mis penas y mis lágrimas.
El llanto que produce al ver la vida que se pasa.
Es la calma de saber que habrá un mañana y la tortura de saber que llegará.
Es la pena que produce el querer y no poder llorar.
Es el misterio de la vida, de la muerte, de un suspiro que se cuela por mi boca sin querer. Es la sonrisa que genera mi ser antes de partir.
Soy yo, despidiendome de todos y, deseando de algún modo, no volverlos a ver.