Le conté desde el bullying en el instituto hasta la drogadicción que había sufrido. Que siempre había estado sola, que había pensado hasta en suicidarme. Incluso le mostré mis brazos llenos de líneas, marcas donde alguna vez me corté. Sobre todo el izquierdo. Era una maraña de rayitas blanquecinas. Nunca me había desahogado tanto con nadie, excepto con las chicas.
-Quiero que me prometas algo y quiero que lo cumplas de verdad - dijo en cuanto acabé de contarle mi vida. Asentí mientras trataba de limpiarme el maquillaje corrido por culpa de las lágrimas.- Quiero que nunca más vuelvas a hacerte daño, ¿de acuerdo? Nunca. No tienes porqué estar mal, eres muy guapa digan lo que digan esos hijos de perra. Ah. Y si veo a alguno de tus exnovios me encargaré personalmente de partirles la cara. -me reí sin más.
Este chico sabía como hacerme sentir bien.- ¡Una última cosa! Necesito llamar a alguien, déjame tu móvil un minuto.
- Claro, toma.- Lo desbloqueé y se lo di. Marcó un número y a los segundos sonó su móvil. Arqué una ceja, extrañada. ¿Se estaba llamando a sí mismo?
-Graaaacias. Ahora tenemos en número del otro. Si necesitas algo no dudes en llamarme. Te llevaré a casa, anda. -yo sólo asentí con una gran sonrisa en la cara.
Condujo algo más de 15 minutos hasta llegar al piso. Ninguno dijimos nada por el camino. Yo solo miraba por la ventanilla, observando los bonitos rascacielos de Los Ángeles. Me sentía aliviada de haber abandonado España y de haber dejado atrás esa vida de mierda.
Axl aparcó frente al edificio y subió conmigo hasta la mismísima puerta. Qué cielo...
-Gracias por chocarte conmigo, lo he pasado genial.
-Gracias a ti por aguantarme llorando como una puta cría.- me excusé- perdona.
-No tienes porqué pedir perdón, cielo.- me acarició la mejilla y sonrió. Y sin venir a cuento, me plantó un dulce beso en los labios- Buenas noches. Esperó verte pronto.
Y se fue, así sin más. Dejándome con la piel helada y el corazón palpitándome a toda velocidad.
