Memorias - Duff McKagan

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Bien, ¿bajo o guitarra? Es una difícil elección, sobre todo si estoy bajo presión. En dos días partiré a Los Ángeles con el propósito de continuar con mi musica y con suerte, formar una banda.

Dios mio, madre me va a matar, pero es algo que debo hacer, se lo voy a recompensar cuando me vuelva famoso y gane mucho dinero, si, mucho dinero.

Honestamente, no me quiero marchar, aquí en Seattle han cambiado un poco las cosas y cada vez se pone más interesante. Ha surgido un nuevo género llamado Grungesólo es tocado por algunos grupos en la ciudad y también se comienzan a apoyar a los grupos Pre-Punk, porque es lo único bueno aquí.

Empacando mis cosas, un par de camisetas, camisas de vestir, pantalones cómodos y las botas de rodeo que nunca pienso quitarme, esto lo hago mientras escucho a The Sonics en la radio local.

—Bien. Camisetas, listo. Pantalones, listo. Calcetines, listo. Bóxers, jamás los olvidaría. Botas, también. —Todo listo, pero me quedo pensando un momento, algo me hace falta.

—¿Qué te falta Andrew?

—Mmm... No lo sé Daniel, juro que lo había dejado en la cocina, sobre el la barra de desayuno...

—¿El Vodka tal vez?

Chasqueo los dedos. Si eso era lo que me hacía falta, mi vitamina de placer.

Ni el sexo con la mujer más buena y rubia del planeta puede acercarse al placer que siento por beber, beber cerveza, vodka, vino barato... Es simplemente hermoso. Es duro para mi familia verme totalmente ebrio en la mayoría del tiempo, pero... ¡Va! ¿Qué se le va a hacer? Ya se acostumbraron, ellos me enseñaron a hacerlo, mis hermanos.

Daniel era el único que sabia de mi salida a California, el cuarto hermano, mayor que yo.

*********

¿Lya? Soy Michael, en diez minutos ya estaré en tu casa, deja la ventana abierta.

Lya, la chica más hermosa, dulce, cariñosa e inteligente que sólo Dios pudo haber creado directamente. Su voz de ángel que me da los buenos días desde hace dos años, las manos de algodón que curan mis heridas causadas por los vicios, esa eterna compasión y misericordia... Me dolía dejarla.

Cinco de la mañana, seguía sin salir el sol, el frío de Seattle era enorme, de ese que cala los huesos. Ella estaba desde su ventana, buscándome, puedo entrar con facilidad, cuando entro me quedo impactado.

—Corazón, te vez... Muy hermosa así.

—Si te vas para siempre es mejor que me dejes un buen recuerdo. —Usaba un camisón muy transparente y corto, no usaba sostén, el rostro se lo delineó como me gusta, estaba parada en una posición demasiado incitante, el pantalón lo sentía algo ajustado.

—Lya, tus padres pueden oírnos, no creo que...

—Shhh... —Colocó un dedo en mis labios — Sólo debes dejarte llevar.

"Imagine cara de estúpido"

A las dos horas:

—Mierda, mierda, mierda. Me quedé dormido, ¡El camión me dejará!— Me levanté apresurado, buscaba la camiseta, la chaqueta, mi bajo. Ella se inmutó, se mantenía satisfecha de la buena mañana que había obtenido, cuando saqué una pierna por la ventana ella se acerca corriendo para abrazarme con mucho cariño.

—¡Duff! No me olvides, ¿si? Promételo.

—Jamás lo haría preciosa.

You're CrazyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora