El Baile

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Pov Gajeel

Estaba tumbado bajo un cerezo, no podía dejar de pensar en Levy, en sus dulces labios con sabor a cereza, en cómo sería besarla.

Me quedé dormido pensando en ella, pensando lo hermosa que estaría el día del baile y sobre todo pensando en la expresión de disgusto al saber que la había invitado al baile.

El baile. Me levanté enseguida y silbé con fuerza, un caballo apareció a lo lejos trotando hacia mí.

Lo tomé por las riendas y de un salto me monté en él.

—Rápido Sombra, puede que ya haya llegado.

Llegue a la mansión Redfox y justo en la entrada había un carruaje con el escudo de mi familia; un cerezo en flor.

—¡Gajeel! —Minerva estaba en la entrada de la casa. Bajé de Sombra y fui hacia ella.

—Pero qué ven mis ojos, si es mi querida prima Minerva.

Nos abrazamos, hacía mucho que no la veía, me tomó de la mano y me llevó dentro.

—Llevas hierva por el pelo, ¿Otra vez durmiendo en esos campos? — preguntó Minerva quitándome pequeños trozos de hierba de mi pelo.

—Si, oye deja de hacer eso.

—Deberías cortarte el pelo, no conseguirás nunca una esposa con ese... aspecto. —Sonreí a mi prima y me pasé una mano por el pelo.

—Pero si es mi mejor arma para para enamorar a las chicas.

—En el pueblo, no dejan de hablar del baile que se llevará a cabo mañana por la noche —dijo mi prima quitándose los guantes blancos y sentándose en un sillón.

—¿Quién? —pregunté curioso.

—Quién va a ser, las chicas jóvenes, aprovecharán cualquier ocasión para seducirte durante el baile, serán como leonas acechando a su presa. Ya las veo acercándose a ti golpeándote el pecho con sus abanicos intentando coquetear contigo.

—No todas intentarán coquetear conmigo, hay algunas que se hacen las difíciles —dije sonriendo —Y esas son mis favoritas —añadí.

—No tienes remedio —dijo Minerva negando con la cabeza.

Pov Levy

Me encerré en mi habitación y me tumbé en mi cama.

No podía creer que tenía que ir a su mansión, ver esa sonrisa estúpida que ponía cada vez que me veía, lo odiaba.

Alguien llamó a mi habitación, me levanté para abrir la puerta, era Jellal.

—¿Puedo pasar?

—Si, a no ser que vengas a decirme porqué debo ir al baile. —Jellal me dedicó una mirada seria, se adentro a mi habitación y se sentó en mi cama.

—¿Por qué no lo aceptas? No és un mal hombre —Preguntó mi hermano.

—Ya empezamos... —protesté.

—Dime por qué no lo aceptas.

—Es un creído, se cree que lo puede tener todo y yo le demuestro que no es así y como te he dicho antes quiero ser libre. —Jellal se levantó y se acercó a la chimenea.

—Levy, puedes ser libre junto a alguien, mírame, a tu edad yo era como tu y luego conocí a Erza y fui libre junto a ella y ahora... vamos a ser padres y puedo asegurarte que nunca antes había sido tan feliz.

Miré sorprendida a Jellal, me acerqué a él y lo abracé.

—Felicidades... me alegro muchísimo por vosotros.

Un Redfox enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora