Cinta Roja

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Pov Normal

Levy aún no se creía lo que acababa de hacer, había accedido a casarse con Gajeel a pesar de que no lo amaba pero quería proteger a su padre.

—Tu padre nos casará —dijo Gajeel dejando un papel donde firmarían y al lado del papel una cinta roja. El padre de Levy revisó el papel y dejó su firma verificando que el procedería a casarlos luego firmó Gajeel y finalmente dieron el papel a Levy, Gajeel le indicó donde debía firmar.

—Primero aquí con tu apellido Mcgarden y luego aquí con tu nuevo apellido.

Asintió, acercó la pluma al papel y puso su nombre: «Levy McGarden». Luego se dispuso a firmar con su nuevo apellido, la mano le temblaba, miró a su padre y le sonrió ligeramente luego dirigió la mirada hacia Gajeel, estaba a su lado, entre sus manos tenía el anillo que le había devuelto la noche anterior.
Cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió dejó su nueva firma en aquel papel que los uniría en matrimonio: «Levy Redfox».

Gajeel le puso el anillo a Levy, era un pequeño diamante sobre unas manos de oro.

Gajeel le dio la cinta roja al señor Mcgarden, luego abrió su mano izquierda con la palma hacia arriba y miró a Levy.

—Dame tu mano —dijo Gajeel impaciente.

—No hace falta hacer esto para saber si nuestro matrimonio será próspero, sabes que no lo será —dijo Levy cruzándose de brazos.

En las bodas era tradición que después de casarse, los recién casados se dieran la mano y las envolvieron en una cinta roja, después iban separando sus manos hasta que la cinta se caía, si se caía formando una línea recta el matrimonio no prosperaría ni formarían una familia pero si la cinta caía formando un círculo, el matrimonio sería pleno, lleno de felicidad e hijos.

Gajeel agarró la mano de Levy y la juntó con la suya entrelazando sus dedos. Levy notó el calor de la mano de Gajeel en la suya «Es agradable» pensó.

El padre de Levy ató la cinta en las muñecas de Gajeel y Levy, luego fueron separando las manos hasta que la cinta cayó al suelo.

—No es posible —susurró Levy observando sorprendida la cinta.

Gajeel también se había sorprendido pues no esperaba aquellos resultados. El señor Mcgarden se puso al lado de los recién casados.

—Felicidades, un círculo perfecto.

Levy se agachó y puso la cinta sobre su mano izquierda sin deshacer el círculo que se había formado al caer y la puso sobre la mesa.

Pov Levy

—Ve a por tus cosas, nos vamos —dijo Gajeel saliendo del despacho.

Me quedé observando aquella cinta roja, debía de ser un error, nuestro matrimonio no podía salir bien, no lo amaba.

—Hija, es hora de irte.

—La cinta se equivoca —dije casi en un susurro.

—No, la cinta nunca se equivoca, cuando tu madre y yo nos casamos la cinta también cayó en un círculo pero no era del todo perfecto como éste —dijo mi padre mirando la cinta que había sobre la mesa —Los extremos de la cinta no se tocaban, en aquel entonces no sabíamos qué significaba aquello pero después de tu nacimiento tu madre se puso enferma y cinco años después murió, fue en ese momento que supe que quería decir aquella cinta roja, no envejeceriamos juntos —La voz de mi padre tembló al pronunciar las tres últimas palabras.

—¿Amabas a mamá cuando os casasteis? —Mi padre sonrió ante mi pregunta.

—No se si la amaba pero cuando tu abuelo me la presentó, cuando la vi por primera vez pensé que en mi vida había visto una mujer tan hermosa, los primeros años de matrimonio fueron difíciles pero poco a poco nos enamoramos. Eres igual que ella pues tampoco quería casarse, era un espíritu libre e indomable finalmente pudo ser libre, espero que esté donde esté sea feliz.

Abracé a mi padre ocultando mi rostro en su pecho para disimular mis lágrimas, su mano acariciando mi espalda me calmó y logre apaciguar mis lágrimas.

—Ve a por tus cosas, no hagas esperar más a Gajeel —Asentí, agarré la cinta roja, salí del despacho y me dirigí hacia mi habitación. Me encontré a Clara, mi doncella desde que era muy pequeña, estaba guardando toda mi ropa en una maleta sin poder contener las lágrimas se acercó a mí y me abrazó.

—Mi preciosa Levy, promete que nos escribirás.

—Claro, os escribiré cada semana, lo prometo —dije separandome de ella para mirar sus ojos azules.

—Me gustaría poder acompañante señorita Levy.

—No, debes cuidar de mi padre él te necesita más que yo.

Cargué con mi equipaje y salí de la habitación, bajar las escaleras era algo complicado con la maleta así que iba despacio hasta que Gajeel subió los escalones de dos en dos y me quitó la maleta.

—Gracias —murmure, Gajeel me miró durante unos segundos y descendió las escaleras. Le seguí y fuimos fuera donde mi hermano y mi padre aguardaban para que me despidiera de ellos.

Pov Gajeel

Levy abrazó a Jellal, luego a su padre y subió al carruaje, luego me acerqué a ellos.

—Tratala bien Redfox, porque de no ser así iré a por ti y no habrá sitio donde puedas esconderte —dijo Jellal estrechándome la mano con fuerza.

No le dije nada, le sonreí ligeramente y subí al carruaje. Levy no dijo nada durante el trayecto, solo observaba por la pequeña ventana, algunas veces me observaba y apartaba la mirada cuando se encontraba con la mía.

Cuando llegamos a nuestro destino la ayudé a bajar del carruaje, Minerva nos esperaba en la puerta principal junto a la doncella que ella misma había elegido para Levy.

—Bienvenida a tu nuevo hogar querida —dijo Minerva dándole un beso en la mejilla.

—Quizás no me recuerdes, pues hace años que no nos veíamos, soy Minerva la prima de tu marido —Levy le sonrió con una agradable sonrisa aunque estaba seguro que había sido forzada.

—Ella es Juvia, será tu nueva doncella  es un poco peculiar pero te acostumbras a ella y a todos nosotros.

Pasé junto a ellas con el equipaje de Levy.

—Sígueme, te mostraré dónde están tus aposentos. —Levy asintió y me siguió por los pasillos de la mansión.

—¿Has dicho mis aposentos? — preguntó Levy, dejé el equipaje en el suelo y me acerqué a ella.

—Si, a no ser que quieras compartir tu cama conmigo, algo que no me importaría —susurré cerca de su oído, note su reparación en mi cuello, la acorrale contra la pared y acerqué mis labios a los suyos, rozandolos. Con sus manos agarro mi chaqueta, quería que la besara y yo me moría de ganas por besarla pero no lo haría, aún no. Me separé de ella y seguimos nuestro caminos hasta sus nuevos aposentos.

Hasta aquí un capítulo más, espero que sea de vuestro agrado ^-^

Besitos xx













Un Redfox enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora