Recuerdo que antes de llegar al hospital para el chequeo semanal, mi madre me había pronunciado su frase típica.
― Quien dice que la vida está llena de aventuras, no ha vivido en lo absoluto.
Al parecer ella vivió aquel día como nunca en su existencia.
No, la vida no está llena de aventuras. Los problemas se canalizan en lo más profundo y luego cuando todo parece estar yendo bien, resurgen con un letrero tan grande y pesado como el de Disneylandia.
Era martes y yo tenía una semana para vivir como nunca antes había vivido. Muchos pensaran que en esa semana, crearía mi propia lista tipo "Before I die" para hacer en un corto tiempo lo que no hice en 18 años de mi vida.
Pero no.
Lo único que quería en ese momento era quedarme tan quieta para poder olvidar el dolor inevitable en mis huesos y pensar en cómo llenar el aire que a mis pulmones les faltaba.
Mamá llamo a mi puerta, con su estado anímico. El estado que había quedado enterrado en el dolor el día anterior y que hoy había resurgido como por cuestión de magia. Yo sabía lo que ella intentaba hacer, pero no se lo impendí. Ella se merecía todo en el mundo, después de lo que tuvo que pasar conmigo.
Ser adolescente no fue el mayor problema para mí. Tuve todo lo que quise, mamá me había dado gusto en general. La gente había querido estar conmigo, tenía un gran sentido de la moda, me iba bien en la escuela, a pesar de que la mayoría nunca se lo creyó.
Yo era popular.
Pero popular era una palabra tan vacía. Y fue increíble como una palabra pudo llenarme de una manera tan superficial y vaga, cuando lo único que tenía que hacer era seguir los consejos que mamá me había dado millones de veces.
De seguro muchas han leído la historia de cómo el chico popular se enamora de la chica menos popular, mientras la chica más popular queda de lado, siendo olvidada por su horrible carácter, malas intenciones y egoísmo. Todo un cliché.
Y sin embargo, es la historia de mi vida.
Yo perseguía a Cristian, mientras él iba detrás de Jessica Villa.
La chica buena, la mejor en todo. La que tenía buenos modales y la que era buena gente con los más desfavorecidos. Y aquella que ganó el corazón del hombre al que amaba.
No supe como conquistarlo de una manera sutil, sin mostrar un poco más de piel, sin maquillarme como payaso para circo, sin llamar la atención de todos los presentes en la escuela. Pero ella sí. Solo con una mirada.
No la culpo. Y tampoco a él.
Yo también me hubiera rechazado en ese entonces.
― ¿Tania? Quiero mostrarte algo ― Mamá abrió la puerta y desde la distancia pude distinguir el color rojizo que adornaba el contorno de su cara, dejando en evidencia que había estado llorando toda la noche.
― Voy en un segundo.
Me esforcé por levantarme y cuando vio mi cara de dolor, se apresuró a ayudarme.
No quería sentirme débil, porque siempre he sido una chica que se vale por sí misma, que arregla sus problemas. Pero ahora era inevitable y mis problemas me habían engullido hacía ya bastante tiempo.
Cruzamos el pasillo y llegamos a la cocina, donde un aroma delicioso se desprendía de la estancia. Sonreí cuando vi el montón de cupcakes puestos en orden para mí.
Lo sabía, porque a mamá no le gusto el dulce nunca. Y no creo que hubiera podido comer esa cantidad de azúcar.
Sin embargo, pregunté.
― ¿Es para mí?
― Lo es ― Me abrazo de lado ― Hace tiempo me molestabas para que hiciera mis ponquecitos...
― Cupcakes mamá.
―... para ti.
Se senté en una de las sillas puestas alrededor del comedor y cogí uno de color naranja. Le di un mordisco y el sabor a miel y chocolate lleno mi boca.
Después de eso no pude parar de comer. Antes de ese día, había estado desganada y sin hambre.
Y podía decir por la cara de mamá, que ella también estaba feliz porque comiera. Así fuera algo que probablemente mataría a un diabético.
Pero luego, ¿adivinen qué?
Me quede sin aire y mi madre tuvo que correr para alcanzar mi inhalador en mi habitación. No sentía los dedos de mis manos y mi cabeza se estaba quedando sin el oxígeno necesario.
Mire a mi mamá, mientras me ayudaba a respirar.
Sus ojos oscuros preocupados, llenos de lágrimas. Su frente arrugada con dolor y su cuerpo tan delgado, tanto que parecía ella quien fuera a morir.
Los problemas habían asomado su fea cabeza.
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La esencia de lo pequeño.
Short StoryQuien dice que la vida está llena de aventuras, no ha vivido en lo absoluto. No voy a decir que parece como si hubiera sido ayer, porque en realidad no se siente así. Se siente como si siglos y más siglos hubieran enterrado mi memoria para siempre...