Sexta parte.

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Domingo, 19 de enero de 2016.

Loren, Cristian y Jessica vinieron ese día a compartir conmigo.

No me sorprendió ver a Jessica allí. Después de todo siempre había sido una gran persona y despedirse de la mujer que le hizo la vida imposible no era un problema para ella. Jessica merecía tanto a Cristian.

Comimos una torta que los tres trajeron para mí.

Casi lloro de nuevo, cuando me entere que habían faltado a clases por mí. Ese gesto tan pequeño fue tan grande para mi corta vida. La gente haciendo sacrificios, así sea mínimos, por estar contigo, no tienen precio en el mundo.

Me sentí enferma cuando Cristian me dijo que me amaba en frente de todos―aunque debo decir que también me sentí mejor que nunca―. Así que mire a Jessica a ver si lo estaba viendo ceñuda por decirme esas grandes palabras, pero no. Ella nos sonreía con nostalgia. Y yo sabía porque.

Porque ella sabía, yo sabía, todos sabíamos, que Cristian no me amaba de la misma forma en la que la amaba a ella.

Llegue al punto de aceptarlo de manera fácil.

Loren me echó una bronca, diciéndome que en la otra vida no me iba a escapar de ella y de sus citas amorosas creadas exclusivamente para mí. Incluso mamá rio con nosotras. Ella era sensacional y me arrepiento de no haberlo visto mucho antes y disfrutar de su compañía como nunca.

En un momento encontré a Jessica sola y me acerque a ella.

―Gracias por venir ― Acaricie su mano. Ella me miro y sonrió.

―No es nada.

― ¡Es mucho! ―Dije, riendo ― Te hice la vida imposible y ahora estas aquí, contando las horas para que muera y que acabé tu tormento.

― ¡¿Cómo dices eso, por Dios?!

Reí.

―Es cierto, les hice mucho daño. Y lo siento.

―Todo pasa por algo, Tania. Y me alegro que nos hicieras la vida imposible.

Sí, yo también.

Aunque no podía evitar mirarlos cuando estaban juntos. Él la miraba con adoración y ella no se quedaba atrás tampoco. La amargura amenazó con invadirme, pero la empuje hasta lo más hondo.

No hoy.

Hoy sería un día memorable para mamá.

Quizás para mí en el más allá.

Cuando se estaban yendo, Cristian me prometió que vendría a verme el día siguiente y yo no pude estar más emocionada y agradecida con él.

Loren me llamó y me contó que Luc le había pedido que se fuera a vivir con él y que ella le dijo que lo pensaría. Aunque las dos sabíamos que le iba a decir que sí con el tiempo.

En la noche, encontré a mamá buscando en internet enfermedades con los síntomas que yo presentaba, pero con el paso de los segundos, se rindió, desplomándose encima del escritorio.

¿Por qué lo hacía?

Después de todo, yo iba a morir. Mañana, pasado mañana, en unos días, en unas horas, igual pasaría. No había vuelta atrás.

Y aunque sonará egoísta, me alegraba por eso.


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