Miércoles, 15 de enero de 2016.
Ese día, había decidido enviar un correo a todos aquellos que conocí en la escuela. A Daniela, a Loren... a Cristian. Incluso le envié un correo al chico con el nombre raro que estaba en mi salón en el último año.
¿Sean? ¿Jean? ¿Juan? Eso no importaba Y tampoco el hecho de que no sabía dónde conseguí su correo electrónico. Tal vez lo tuve guardado para cuando necesitaba una tarea.
Mamá me hizo pan de queso con yogurt esa mañana. Comimos y hablamos de cosas normales, excepto sobre el futuro. Y eso fue porque ella cambiaba el tema cuando yo pronunciaba la palabra con f. O cuando hablaba de los días después de mi muerte.
O como mamá prefiere, después de aquel día.
Quería zarandearla y decirle que todo estaba bien. Yo había aceptado mi muerte desde hace mucho tiempo. Básicamente desde que Cristian me rechazo y se fue con Jessica para siempre. Había prometido nunca llorar por un hombre y no dejar que él me hiciera agachar la cabeza, pero él lo había hecho sin mover un dedo.
Todo lo hice yo.
Luego de la comida, salimos a disfrutar el sol que alumbraba afuera. Mi cuerpo se sentía ya en el lecho de muerte, frio y pálido. Pero yo estaba sonriente con mamá haciéndome compañía, hablando de su juventud. Y aunque ya me sabía esas historias de memoria, era bueno dejar que se distrajera.
Me reí, cuando pasamos por la casa del lado y Rocky olfateo el trasero de mi mamá, provocando que se pusiera roja como un tomate. Me reí tanto, que algo de aire escapo de mis pulmones contaminados y tuve problemas para respirar el resto del camino. Pero no le dije a mamá. No quería ver de nuevo la expresión del día anterior.
En cuanto llegamos, mire mi correo electrónico.
Nadie había respondido. Ni siquiera una respuesta en forma de blasfemia.
Me sentí opaca el resto del día.
Mamá me acompaño en el sofá, mientras yo veía un programa al azar. Pero luego se durmió y me dije que ella tenía todo el derecho de descansar. No debería preocuparse por mí, debería preocuparse por ella cuando yo no este.
Ella sería su prioridad entonces.
Tarde siglos en llegar a mi habitación y sentarme en mi cama. Tome uno de mis viejos cuadernos de la escuela y escribí en la parte superior de la hoja la palabra de cuatro letras más significativa del mundo.
Mamá...
Y empecé a llorar.
Llore como nunca había llorado antes. No tanto por mí porque yo ya tenía mi futuro marcado. Llore por hacerle esto a mi madre. Por hacerle sufrir. Por hacerle pasar vergüenza, rabia, decepción, tristeza durante toda mi vida. Por haber venido al mundo cuando no había un verdadero hombre respaldándola. Por venir con problemas respiratorios y una enfermedad desconocida para todo el mundo.
Me puse la almohada en la cara, mientras gritaba con la poca fuerza que me quedaba. Lamente todo lo que había hecho a las personas en la escuela. A Loren y a Daniela por hacerles seguir mi trasero todo el tiempo, como si yo fuera la única luz para ellas.
Cogí de nuevo la hoja y derrame mis sentimientos en ella. Los sentimientos que de ahí en adelante apague a toda costa por el bien de mi madre.
También hice una para mi padre. Fuese quien fuese él merecía saber que no lo odiaba. Que le quería, porque me dejo a mí al ser más maravilloso y fuerte del mundo.
También le escribí que era un cobarde y que algún día el karma iba a golpearlo como si fuera un balón de futbol.
Porque se lo merecía.
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La esencia de lo pequeño.
Short StoryQuien dice que la vida está llena de aventuras, no ha vivido en lo absoluto. No voy a decir que parece como si hubiera sido ayer, porque en realidad no se siente así. Se siente como si siglos y más siglos hubieran enterrado mi memoria para siempre...