13 de enero de 2016. ¿11:34 a.m. o 11:35 p.m.?
No lo sabía. Tampoco sabía si afuera estaba claro u oscuro, o alguna extraña combinación de ambas. O si el raro perro del vecino de al lado estaba olfateando el trasero de toda la gente que pasaba por su lado. Tal vez la señora Nelly había calmado su dolor, porque sus gritos no se escuchaban más desde mi habitación.
Tal vez yo no quería escuchar nunca más.
Pero lo hacía de todos modos.
La vida me había dado el ultimátum más grande jamás conocido. Y lo más irónico era que no es conocido. Tuve ganas de reír, pero la alegría se había fundido en cuestión de minutos.
Después de salir de allí, ella no pudo mirarme. Mi propia madre no pudo mirarme a la cara por más de un minuto. En el auto, el aire se había encogido, se sentía pesado y tan grande, casi como un tren en marcha. No me dirigió palabra, excepto cuando me preguntó.
― ¿Estás bien?
Yo no le respondí y eso fue toda una respuesta para ella.
Llegamos a casa y sin siquiera estacionar bien, salió del auto y corrió al interior, mientras yo me quedaba allí, sin sentir nada. Sin ver nada.
Cuando llegué a mi cuarto, me hice un ovillo en la cama, esperando desaparecer de una buena vez por todas. Llevando conmigo el recuerdo que mi madre tenía de mí, el recuerdo de la persona que fui, el recuerdo del daño que hice a montones y que ahora pagaba, porque todo en la vida se paga.
Y aunque no quería escuchar, lo hice.
Escuché el movimiento de las cortinas con el viento. Escuché el roce de mi cuerpo cuando me movía. Escuché el reloj de la pared fuera de mi habitación, apurándome. Escuché los sollozos de mi madre en la habitación continua a la mía. Escuché el latido de mi corazón cediendo a la fuerza.
Todo se había maximizado a un cien por ciento. ¿Yo? Me había encogido, tal vez a un tres por cierto, o quizás yo era solo el recuerdo de nada.
¿Cómo podría borrar en tan poco tiempo todo el daño irreparable que hice? La única respuesta llego, pero no la quise aceptar. Ellos, me la hicieron aceptar a las malas.
Yo había sido la chica popular de la escuela, la que seguían para ganar popularidad. A la que le pedían consejos sobre moda. Por la que peleaban, solo para conseguir una mirada de lado. Pero yo no había conseguido la mirada de él.
Nunca.
Me quedaba una semana de vida.
Los médicos no habían podido descubrir la causa. Tal vez fue mi vida siempre, tal vez fue el karma, tal vez el destino. ¿Quién sabía? Ni siquiera las personas más especializadas lo entendían.
Pero muy en el fondo yo lo hacía.
Estaba pagando por mis errores. El pago más grande e irrevocable.
Mi vida.
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La esencia de lo pequeño.
NouvellesQuien dice que la vida está llena de aventuras, no ha vivido en lo absoluto. No voy a decir que parece como si hubiera sido ayer, porque en realidad no se siente así. Se siente como si siglos y más siglos hubieran enterrado mi memoria para siempre...