Jueves, 16 de enero de 2016.
Miles de emociones pasaron por mí cuando vi a Loren parada en el marco de mi puerta.
Ya no se planchaba el cabello como en la secundaria. Su cabello rizado estaba hermoso y con rayos de color violeta. Su ropa se veía cara y ella sí que tenía sentido de la moda. Traía colgado en su hombro un pequeño bolso donde me imagino que cargaba su billetera y celular. Y pasaba constantemente la mano por la correa del mismo.
―Hola Tania.
No pude sonreír y o hacer nada, así que solo pase por el lado de ella y le dije que por favor me siguiera. No sé si lo habría hecho sin haberle dicho nada, después de todo estaba tan acostumbrada a hacer lo que yo quería. Pero había pasado mucho tiempo.
Llegamos a la pequeña banca que estaba frente a mi casa. Podía ver un poco de campo abierto, lleno de césped tan verde como una manzana y los arboles resplandeciendo por el sol.
Nos sentamos en silencio y aunque no era incomodo, hacía notar su presencia como un gran elefante rosa.
―Me gusta tu cabello ― Dije, mi voz sonando ahogada.
―Gracias.
Por su voz, me di cuenta que mi opinión ya no era nada para ella. Tal vez yo era otra voz agregada en su largo día ajetreado.
―Tania... dime para que me necesitas. He estado muy ocupada y la verdad tengo un montón de deberes esperando por mí.
―Estoy muriendo.
Ella río fuerte.
Yo solo mire de nuevo los árboles, sintiendo el frio calando en mi cuerpo. Subí mis piernas débiles en la banca y las abrace con mis brazos tanto como pude.
―Muy bien, Tan. ¿Ahora porque mueres? ¿Tu cabello no quedo como tú querías? ¿Tu manicure se dañó por algún trabajo que tu mamá te puso a hacer? Dime que es esta vez.
Mi mente colisiono con el sentimiento en mi pecho. Me dije que tenía todo el derecho a tratarme así. A bajarme de su más alto podio, para ponerme en el más bajo.
―Estoy muriendo ― La mire, diciéndole con la mirada lo que con palabras no podía.
Y lo entendió, Jesús. Ella vio mi mirada y la suya se llenó de lágrimas en un instante, que no tardaron en bajar por su rostro. Su cuerpo cayó de la banca y cubrió su rostro con sus manos, solo permitiéndome ver el vaivén de sus hombros.
¿Qué tenía que hacer ahora? ¿Retirarme? ¿Dejarla llorar? ¿Abrazarla? ¿Consolarla? ¿Dejar que me consolara? ¿Fue correcto decirle esto, antes de disculparme con ella?
― ¿Cómo... por qué?
―Nadie lo sabe ― Cubrí mis manos con mi saco de lana ― Me quedan cinco días de vida. Yo... ― Mi lengua se trabó y trague saliva para remojar mi boca seca ― lo siento por hacerte venir, cuando tenías tanto por hacer.
― ¿Tú lo lamentas? ― Sentí su mirada desde abajo ― Ahora que me doy cuenta, yo debería lamentarlo más que tú. Por no estar antes contigo, Tan. Cuando más me necesitabas.
― Tú no tenías que hacerlo. Entiendo que hayas salido corriendo en dirección contraria en cuanto viste la oportunidad. Y fue lo mejor que pudiste haber hecho.
No quería que nadie más viviera lo que mi mamá estaba viviendo. Pero era muy tarde, Loren ya lo hacía. Yo pensé que ella me escupiría en la cara y me diría algo como "te lo mereces". Pero me equivoque y me siento mal por pensar así de ella.
―Siempre fuiste una perra ― Las dos reímos ― Pero yo sabía por dentro que no eras así. Solo fuiste eclipsada por los celos y la rabia.
―Es cierto.
Nos quedamos calladas y luego ella dijo.
―Siempre te quise a mi manera, Tan. Siempre lo haré.
―Gracias ― Un gran peso salió de mi pecho al escuchar las palabras.
Cuando ella se fue, mire mi correo de nuevo. El chico con nombre raro me envió una foto de su tercer dedo y no me sorprendí para nada. Tal vez ahora era un hombre guapo y muy inteligente, con miles de mujeres rodeándolo.
Daniela también había respondido.
<<No puedo ahora. Tal vez a finales de mes. Xx>>
Sonreí con nostalgia. Yo no estaría a finales de mes.
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La esencia de lo pequeño.
NouvellesQuien dice que la vida está llena de aventuras, no ha vivido en lo absoluto. No voy a decir que parece como si hubiera sido ayer, porque en realidad no se siente así. Se siente como si siglos y más siglos hubieran enterrado mi memoria para siempre...