Última parte.

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Mamá se levantó emocionada.

―Te ves hermosa, mi niña.

La mire, sabiendo que ella pensaba que yo era un milagro de Dios y que, aunque nadie sabía la cura de mi enfermedad o la enfermedad siquiera, yo estaba sana.

Cristian no vino aquel día.

Digo, ¿quién querría ver a un muerto en su lecho? Él tal vez pensó que yo estaba en el otro lado desde hace mucho.

Pasee con mamá, lo que siempre hacíamos.

Me acompañó a leer un libro. De esos romanticones que nunca le gustaron, pero igual aprecie el gesto.

Me hizo cupcakes.

Y con el paso del día me permití tener un poco de esperanza.

Quizás los milagros suceden.

Pero se esfumo cuando sentí a mis huesos fallar, y sé que mamá también desfalleció cuando le toco subirme en brazos hasta mi habitación.

Le pedí que me dejara sola unos momentos.

Y cuando salió, me dispuse a escribir en el cuaderno

Escribí, escribí y escribí, para no perderme en el camino del olvido.

Sentí todo multiplicado por mil.

El mundo colapsando encima de mí. El mar de lágrimas que me hacían ver borroso. Mi piel se puso aún más pálida y fría.

Pero no grite.

Solo tome la mano de mamá y le sonreí. Le sonreí a Loren, a Daniel, a Cristian, a Jessica, a la señora Nelly, que el día de hoy no había gritado tan fuerte.

Le sonreí, más feliz que nunca.

Todo había acabado. El dolor de mamá, y el de muchas personas, incluyéndome. Se había acabado la expectativa del día después.

La oscuridad estaba envolviéndome.

Y luego me uní a ella.

Para siempre. 

La esencia de lo pequeño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora