Cap. 8 Who Says?

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Fingir es parte de la vida, de la rutina de la vida, del mundo. Fingir es parte de mí todos los días. Tengo que matarme conmigo misma para que no se dé cuenta en el estado que estoy, fingir que no estoy feliz por una persona en espacial. Después de lo de anoche con Gabriel no pude dejar de sonreír como una estúpida. Me llevo tan lejos solo con besarme.

Es fin de semana, así que pensamos en salir con la condición de que será una sorpresa. ¿Qué será? ¿Por qué tengo que fingir que él me hace sentir bien?

Tocan la puerta, debe ser él. Bajo las escaleras corriendo y abro la puerta. La felicidad se me va al ver que es Ryan.

– Ryan – mi voz no puedo ser más traumática por que no se puede. – ¿Qué haces aquí? – miro mi reloj. – A esta hora del día – son las ochos de la mañana y mi amigo un fin de semana a esta hora está roncando. – madrugaste. – sonrío para bajar la tensión que me regala mi amigo.

– Tenemos que hablar – su voz es ronca. Me mira severamente. Alzo una ceja.

– Bien – lo dejo pasar. Pasamos a la sala. Se sienta y me mira, lo imito pero preocupada. – ¿de qué quieres hablar? – sueno tranquila pero los nervios me fallan.

– Tienes que dejar de verte con Gabriel – sus palabras son secas y distante. Frunzo el ceño.

– ¿Por qué? – tartamudeo.

– ese chico no te conviene – gruñe. – solo está jugando contigo, ¿Qué no lo ves? – altera la voz.

– No eres nadie para decirme eso – digo tranquilamente. Lo miro severamente.

– Soy tu amigo – sisea.

– sí, solo eso – gruño. – ¿Por qué debería de creerte? – me levanto del sofá para igualarlo y no dejarme intimidar.

– Porque sé que al final de todo esto saldrás herida y yo seré que tendrá estar ahí – su cara se pone roja y frunce el ceño. – y ahorrémonos drama y un te lo dije. – bufo.

– No pasara. Gabriel solo es una buena persona y buen amigo – ahora soy yo la que le brota la ira dejando secamente las palabras al aire.

– No sabía que los amigos se besaban con tanta lujuria – aprieta los puños.

– No preguntare quien te dijo eso – cierro los ojos para calmarme pero es inútil. – ¡eso no te importa! – grito. Gracias que mis padres salieron primero que yo, sino estaría muerta.

– Julieth, por favor – ruega. – escucha. Tú no sabes prácticamente nada de él, el trata mal y utiliza para su beneficio a las chicas y cuando ya no las necesitas las botas como si fueran un objeto. – me mira suplicante. Toma mi cara. – solo te quiero cuidar. – susurra. Si no conociera a mi amigo, no diría que está actuando. Aparto sus manos de la cara.

– Deja de mentirme – siseo. – Te conozco bien y estas portándote como el propio marica, ¿sabías? – Gruño – ¿Cómo sabes todo eso? – Frunzo el ceño – sino lo conoces, ni lo tratas. – digo entre dientes.

– eso se oye en los pasillos – dice sarcásticamente. – pero andas en tu mundo y no te das cuenta. – alza los brazos furioso.

– No te creo – digo simplemente. – no te creeré. – me siento otra vez más calmada. – ¿sabes porque? – lo miro incrédula. – porque a ese chico lo conozco mejor que a ti, me ha demostrado todo su mundo, ha sido sincero conmigo hasta ahora y no me hace sentir inferior a otras personas. – sollozo. – siendo tan lamentable, conozco su vida de pies a cabeza y sin estar ahí, en ella. Y créeme que él no tiene ningún gramo de maldad en su ser, como otras personas. – una lagrima rueda. Respiro profundo para no hundirme. – y lamento decepcionarte pero no pienso dejarlo de ver solo porque me lo pides. – me levanto del sofá.

– ¿de quién hablas cuando dices "como otras personas"? – pregunta nervioso.

– sabes de quienes hablo, solo imagínatelo – susurro.

– lo siento pero eso lo que te digo, es verdad – su rabia se va disminuyendo pero la mía va en aumento.

– ¿Quién dice? ¿Justin? ¿La gente? – frunzo el ceño y cruzo los brazos. – Responde – siseo.

– sabes, mejor me voy. Contigo es imposible de hablar – pasa por mi lado y abre la puerta, lo sigo. En la puerta está Gabriel, mira con desprecio a Ryan y luego me mira a mí con compasión. Bajo la mirada, nunca me ha gustado que me miren con pena. Ryan se aleja con su andar por el camino sin mirar atrás.

– ¿paso o te espero aquí? – lo miro y me regala una sonrisa de despreocupado. Entre cierro los ojos y niego.

– ¿Qué escuchaste? – disparo con rabia.

– ¿Qué? – alza una ceja.

– No te hagas el tonto conmigo, se perfectamente que los gritos se escucharon en la calle – frunzo el ceño.

– Bien – suspira y mira al piso. – Todo – dice en voz baja.

– Lo siento –


Cuento De HadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora