Cap. 9 Sorry

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 Una semana después

Si estuviera haciéndome en una encuesta sobre mi vida y me preguntarían que haría después ser prisionera por un año con todo los lujos, comida, vestir, calzado y capricho, pero con insultos y degradando a mi persona; correr o quedarme. Diría correr, correr es la mejor de las opciones.

Correría hasta alejarme de todo que me atormenta, de todo que me hace sentir triste y miserable, por lujos y esas cosas, las puedo conseguir sin tanta humillación. Me alejaría de todo esto, de Justin, Ryan, hasta de Gabriel. Esos tres últimamente me están volviendo loca. Justin con sus bajadas y subidas de humor, me está volviendo loca. Ryan con su "instinto de protector de amigo" me vuelve loca y por último, Gabriel. No de mala manera pero lo que él me genera es complicado de explicar.

Un grupo de gente me saca de mi trance emocional. Es un alboroto, gritando como animales. Un chico de tez oscura se acerca agitado.

– ¿eres Julieth? – toma aire después de preguntarme. Asiento.

– Ven, esos dos hombres se van a matar si alguien nos lo de tiene ahora mismo – me toma de la mano y me arrastra hasta el bululú de gente gritando con algarabía. Mi corazón se acelera cuando el chico abre camino entre las personas y puedo visualizar a dos chicos golpeándose y revolcándose en el piso.

Me llevo la mano a la boca a ver la sangre regada por las camisas de estos dos. Mis ojos pican y niego con la cabeza.

– ¡Gabriel! ¡Para! – chillo. Pero, no me hace caso, sigue golpeando a Justin. – ¡Justin! ¡Gabriel! – vuelvo a gritar con desesperación. Se van a matar. – ¡paren por favor! – una lágrima baja. Mi corazón está por mil y las manos me sudan frio. Ryan llega y me mira con preocupación. – has algo, por favor. – mi voz se quiebra a ver que estos dos no paran, me preocupa Gabriel, puede matar a Justin si alguien no lo detiene. Pues Justin quedara como un vegetal si no le quitan de encima a Gabriel.

Ryan junto con otros chicos logran separar a estos dos animales. Están jadeantes, se miran con rabia, con odio. Justin tiene el labio partido y lleno de sangre, con un ojo golpeado que se le pondrá morado y de todos los colores. El pómulo lo tiene mallugado. Por favor, ni hablar de Gabriel, tiene la camisa manchada de sangre, el ojo y el labio golpeado.

– ¡Son unos imbéciles! – gruño. Los dos me miran preocupados. – ¿están locos? – siseo. – me pueden explicar porque se estaban matando. – me cruzo de brazos frunciendo el entre cejo.

– Tu amiguito, está loco. Me empezó a tacar sin yo hacerle nada – argumenta con rabia Justin.

– ¡Cobarde! – escupe Gabriel con odio. – ¿Por qué no le dices la maldita verdad? – intenta zafarse de los brazos de los dos chicos. A uno de ellos se le suelta de los brazos y retrocedo. Pero, lo vuelven a tomar. Observo a Justin. Levanto las cejas para que hable.

– Está mintiendo. Solo quiere protegerse, metiéndome en problemas a mí. Porque no acepta que llego como fiera atacarme – escupe sangre. Suspiro y cierro los ojos.

– Díganme que paso – hablo entre dientes.

– Te lo diré yo – dice con simpleza Gabriel. – porque no soy un cobarde como los otros. – Ironiza la situación – llegue temprano, como siempre lo hago y este, que está aquí presente. Me detuvo, diciendo que quería hacer una apuesta conmigo – sonríe con superioridad. Como él sabe hacerlo. Carraspeo. – la apuesta consistía en tenerte en la cama en menos de un mes, no acepte y empezó a llamarme cobarde. Y dijo que en cualquier momento tú ibas a caer en sus pies porque eras como todas, ¿no es así Justin? – termina de relatar lo sucedido. Observo a Justin, esperando una respuesta, de que lo que dice Gabriel es mentira. Pero, me encuentro con un silencio y me baja la mirada. Con eso me dijo todo y la falta de aire hace que me maree un poco.

Casi me caigo pero alguien tuvo la nobleza de tomarme por el brazo y la cadera para no darme un golpe por el mareo.

– ¿te encuentras bien? – niego la cabeza. No mentiré esta vez, porque en realidad no me siento bien. Un frio me invade.

– ¿puedes llevarme a la enfermería? – le pido con voz débil al extraño. Asiente y me saca de la multitud.

– ¡Julieth! ¡Julieth! – escucho los gritos de Gabriel de desesperación pero la realidad es que no quiero saber de nadie. Quiero que en estos momentos se vayan todos al mismísimo infierno.

Me enferman sus actitudes. Son unos chiquillos peleándose por un tonto juguete, porque eso es lo que me demostraron esos dos allá afuera. No quiero verlos, no quiero escucharlos, no quiero mirarlos, quiero que desaparezcan por un tiempo.

Aunque Gabriel lo que hacía era defenderme pero igual, quiero tranquilidad. Quiero paz, que hace tiempo que no la tengo. El chico amable, me deja en la silla y llama a la enfermera. A los minutos está presente, me mira y quiere sacar al chico de la pequeña oficina pero se lo impido y el chico se sienta en la esquina.

– Vamos a tomarte la tensión – saca el aparato. – extiende el brazo. – con voz ronca me lo pide y lo hago. Me lo coloca alrededor y la presión que ejerce este, empieza. La aguja sube y luego baja, lo hace otra vez hasta que me lo quita. – tienes la tensión baja, ¿ya comiste? – me pregunta con regaño en su voz. Asiento ya que ni puedo hablar.

– Se puso mal después que dos chicos estaban peleando – abro los ojos para que no suelte más de lo debido. El chico ve mi señal y se calla.

– bueno, tomate el día y come algo dulce y descansa. Puede ser por el estrés y esto lo detono. Ustedes con tanto trabajos, exámenes y esas cosas. A veces, pasa lo que pasa. Pero ya sabes, descansa y veras que mañana estarás como nueva – informa. Me da un permiso y me sonríe. Salimos de la enfermería y choco con alguien. Miro quien es y me encuentro con Gabriel. Su mirada esta oscura pero me mira con dulzura y con preocupación. Me toca el rostro.

– Esta helada – susurra. Su mano esta tan caliente que no quiero que la aparte. – lo siento – suspiro. El chico me dice que tiene que ir a clase y se va. Frunzo el ceño.

– Me mandaron reposo – le informo. Quiero correrlo para que me deje en paz pero no quiero estar sola.

– bien. Vamos a la casa, entonces – me toma la mano y mi corazón se acelera. Asiento. – perdóname, no era mi intención. – me besa la sien y me acerca a él con un abrazo. Me aferro a él, mis fosas nasales perciben su olor que tanto me gusta. El me gusta más de lo normal.


Cuento De HadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora