UN RESPIRO

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Narra Rubén.

Nos quedamos petrificados ante lo que teníamos frente a nuestros ojos.

"No lo intentéis, no merece la pena" era la frase que a tinta roja estaba escrita en letras gigantes en la pared de la escalera, terminando en la pared que hacía esquina con esta.

-¿Qué coño? - dije con un hilo de voz.

Esa insoportable risa volvió a escucharse. Provenía de un pequeño payaso de juguete que ese ser había puesto en una mesa decorativa. Nos miraba con los ojos abiertos como platos, y riendo como un auténtico payaso de película de terror.

Otras risas se escucharon arriba, en nuestros cuartos.

Subimos volando, literalmente. Cada uno entró en su habitación, y no vi la reacción de los demás, pero yo me volví a quedar petrificado y horrorizado. Un tercio del mismo corazón que llevo a la espalda ( concretamente el tercio con mi inicial ) estaba pintado en mi pared, con la misma caligrafía y el mismo tamaño que la frase del salón.

En mi minúscula mesa de noche reía sin control el mismo tipo de payaso que el de la sala de estar. Lo cogí con cierto temor y salí corriendo al cuarto de Tony ( que está al lado del mío ).

-¡¿A ti también? - entré alzando la voz alterado.

-Si - estaba sentado en el borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas, y la cara escondida entre las manos. Se nota un montón que está muy cansado.

-¿A vosotros igual? - entró Juan Carlos, con otro payaso en la mano. Se sentó con Tony y conmigo en el borde de la cama.

-Échate un rato - le aconsejó Juan Carlos a Tony, apoyando la mano en espalda de este, haciéndole ver que era evidente que lo necesitaba.

-Sí, te vendrá bien - añadí.

Se pasó las manos por la cara y levantándose a la vez dijo:

-Ahora no. Hay que llamar a la policía - y se marchó andando.

Llamamos a la policía y llegaron a los veinte minutos aproximadamente. Revisaron cada rincón de nuestro hogar en cuestión de una hora. Invadieron nuestro espacio íntimo. Todas nuestras cosas estaban a la vista de todos, todos tenían conocimiento hasta del color de nuestra ropa interior. Parece que no, pero me siento indefenso, expuesto a todos... No me gusta esto, pero supongo que es su trabajo.

La policía nos interrogaba a Juan Carlos y a mí. Ambos pedimos a los agentes que dejaran a Tony descansar, que lo necesitaba, y nos lo permitieron, así que él dormía en el sofá tapado de pies a hombros con una manta de invierno.

Transcurridos cuarenta y cinco minutos de largas preguntas, la agente que junto a su joven compañero me interrogaba a mí, dijo:

-Lo siento, pero necesitamos hablar con el otro chico.

-De acuerdo. Voy a despertarle.

Me levanté de la silla y me coloqué delante de él. Le agité un poco diciéndole que se levantara, pero nada, como una marmota.

-Tony, arriba, venga, que ya es hora, después te acuestas otro rato si quieres. Venga arriba - seguí hablándole mientras aún lo agitaba.

Nada, que no hay forma.

-Tony, en serio ya, me estoy enfadando - le advertí seriamente.

Lo seguí agitando, y cuando parte de su cuerpo cayó del sillón, me di cuenta de que no era una simple siesta.

-¡¡Tony joder!! - le grité alterado mientras lo sacudía con fuerza.

Todas las miradas se centraron en mí, y Juan Carlos se acercó.

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⏰ Última actualización: Mar 08, 2016 ⏰

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