Demasiado tarde para nosotros.
Aunque la noche ya no esté pintada,
y la luz del día no acuda a mi llamada,
¿Qué haremos ahora que no queda nada?
Las horas pasan lentas.
Mil recuerdos en una mirada,
y el compás que hace entrada
a la nota desesperada.
Cabezotas decidimos jugar.
Entregamos la espada cansada,
y nos quedamos la culpa más pesada
que nos ocupa la mente de madrugada.
Todo a perdido su esencia.
Nosotros almas condenadas,
preparando letras apasionadas
para nuestras rimas apagadas.