Toc, Toc, ¿Quien es?

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Pov Nico;

Estoy sentado en un banco, viendo a Sophie practicar torpemente con la espada, es la primera vez que coge una, y se nota, pero tiene un talento innato.

Estoy empezando a pensar que esta chica no es mala en nada.

Es frustrante.

Todo sería más sencillo si resultara mas fácil odiarla.

En ese momento, un fuerte repiqueteo y un chirrido me inundan los oídos y me alejan de ese pensamiento, me doy la vuelta alarmado, pues el sonido viene de detrás de mi.

Solo ha sido una espada al acerca al suelo, pero no me doy cuenta de quien es su propietario hasta que se agacha a recogerla.

Clarisse La Rue acaba de entrar en el campo de entrenamiento, lleva su grotesca espada de bronce celestial en la mano, y se dirige hacia Sophie.

La hija de Ares no parece albergar buenas intenciones.

-Bueno, bueno, ¿que tenemos aquí?

Esto no me gusta nada.

-Hola, soy Sophie, ¿y tu? - le responde ella con amabilidad, sin demostrar darse cuenta de las intenciones de Clarisse.

Y menos me gusta aún lo que dice a continuación.

- Ooh, ¿debo postrarme ante ti? Espera, no me mates. No quiero que me achicharres con un rayo o me hagas levitar. - dice todo esto en un tono de burla y crueldad tan odioso que me dan ganas de tirarla desde el Puño de Zeus.

Sophie se muestra impertérrita ante todo esto, simplemente le sigue sonriendo.

-¿Quien te ha dicho que soy hija de Zeus?

Clarisse parece sorprendida y enfadada ante la clara indiferencia de Sophie a sus pullas.

-No te hagas la sorprendida, todos saben que ha llegado otro accidente de Zeus al campamento. - espera para ver el efecto de sus palabras, pero no ocurre nada.

Sophie sigue tranquila y sonriente.

- Bueno, encantada de conocerte, espero que nos veamos por el campamento alguna vez.

Se da la vuelta para seguir entrenando, pero no iba a ser tan sencillo.

-¿Perdona?, ¿a donde te crees que vas, indeseada? Nadie deja a Clarisse La Rue con la palabra en la boca.

Me hierve la sangre.

-¿Así te llamas? Que nombre mas bonito.

Clarisse esta que hecha fuego por la boca. Parece un toro de cólquide.
Patea uno de los maniquies de prácticas, levantando polvo.

- Ojalá pudiera decir lo mismo, indeseada, pero la sola mención de tu nombre me da arcadas.

Sophie suelta una carcajada nada forzada, y se da la vuelta para mirarme un momento, como si me dijera "Esta tía es la monda".

Cada vez me enfado más, pero hago lo que puedo por devolverle la sonrisa.

-Mira, me parece que lo que necesitas es un chapuzón en los lavabos. -Clarisse llama a dos de sus hermanos, y señala a Sophie, esta sigue sonriendo, como si no se creyera ni por un momento que Clarisse fuera capaz de vencerla y humillarla públicamente.

Y puede que no se equivocara, nunca lo sabremos.

En el momento en que uno de los hermanos de Clarisse le agarra el brazo a Sophie, yo ya estoy allí moliendolo a patadas en suelo, y con mi espada en su garganta.

Clarisse lanza un grito gutural, y viene hacia mi a toda máquina, levantando la arena a su paso.

Pero no hace nada, porque también esta en el suelo, mas esta vez la que la ha derribado a sido Sophie. El otro tiene el sentido común de largarse a toda pastilla.

Sophie le pone la espada encima del corazón a Clarisse, y perdiendo la sonrisa, dice.

- Me da igual que te creas la ama de este sitio, no te pienso usurpar del trono, no te preocupes. Pero nunca, jamás, se te vuelva a ocurrir utilizar una estúpida pose amenazadora y un par de matones para ponerme en ridículo ni a mi ni a nadie, ¿Queda claro?

Parece que Clarisse considera seriamente si salvar su pellejo o responderle. Creo que gana lo primero.

Traga saliva y asiente.

Sophie retira la espada y Clarisse sale medio corriendo del área de entrenamiento.

Luego se dirige a mi.

- Gracias por defenderme Nico, pero no hacía falta. Has sido todo un caballero. - dice mientras me abraza cálidamente.

Yo me olvido de como se usan las palabras.

Se separa de mí después de un momento bastante largo. Ha durado siglos y milenios. También horas y segundos.

De repente me urge la necesidad de decir algo, esta chica cada día me asombra más.

-Ha sido increíble, has pasado totalmente de sus pullas y no te han afectado sus insultos, ni si quiera has dejado de sonreírle, se ha quedado muda - digo con una ligera carcajada.

Ella se encoje de hombros, displicente.

-Años de práctica. El instituto es una selva para la gente como yo, solo sobreviven quienes saben pasar de todo.

Entonces recuerdo escena ocurrida en aquel McDonalds y no me embarga la lástima, como tal vez me habría ocurrido con otra persona.

Me envuelve un sentimiento de furia y comprensión. Es horrible que haya tenido que pasar por eso todos los días. Sola.

Y a pesar de todo, sigue sonriendo, siempre, a todas horas. Y pienso que si ella es capaz de hacerlo, yo también.

- Te entiendo, pero yo no pasé por aquello solo. Yo tuve ayuda, aunque no la quisiera.

-En mi instituto nadie se atrevía a hablar conmigo, todos me llamaban rarita y cosas peores, pero me daba igual, porque yo sabía quien era y ellos no.

Eso parece lo mas real que he escuchado jamás.

Sin pensar, sin razonar si quiera lo que estoy haciendo, mi mano se mueve sin mi permiso, y le coge la suya.

Ella parece sorprenderse, pero no la aparta.

Me sonríe como una amiga. Piensa que esto es un gesto de compasión y amistad, de consuelo tal vez.

Me pregunto si ella piensa eso de verdad. Me pregunto si lo pienso yo.

No parece probable.






Before the after... (Nico di Angelo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora