Corta Venas.

Frío.

No recuerdo cómo fue que llegue exactamente a este punto, lo último que recuerdo fue lo bien que se sentía el viento contra mi cara.

Tal vez...

Tal vez...

Si, tan solo tal vez...

Fue por la mala pasada de la fiesta de anoche lo que me condujo aquí.

Pero si soy sincero me sentía tan vivo con el implacable frío invernal y mi llanto salado, no me apetecía moverme de allí... me sentía cansado y los parpados me pesaban como dos yunques, solo quería descansar un momento escuchando el arroyo. Ese tranquilo y constante arrullo que me acompaño toda la noche,

Me sentía desanimado desde que descubrí la traición de mi pareja, y el alcohol que venía acumulando desde la fiesta –aunque era bastante– no era suficiente como para causarme estupor. Sé que ella no quería decírmelo, pero en el calor del momento más la borrachera que teníamos hizo que llegamos al punto de revelarnos nuestros secretos más oscuros... para mi mala fortuna no tome suficiente vodka como para seguir riendo como un estúpido cuando mi novia me dijo que me engañaba.

La mire fijo un momento intentando saber cómo reaccionar, no soy una persona violenta pero realmente quería romper la pared cuando oí eso. Salí de la fiesta y me puse a caminar con la botella de vodka en mano, me había olvidado de hasta mi abrigo pero no me importaba solo quería pensar con claridad u olvidarme de esa gran revelación pero eso no paso hasta después de una cuantas horas después cuando llegue a este arrollo que si mal recuerdo estaba como a unos tres kilómetros desde donde estaba la fiesta.

La mañana siguiente me encontraron unos conductores que iban despacio por la escasa niebla que estaba empezando a decender, ellos llamaron a la policía local quienes me identificaron como Francisco Jicamo.

- ¿Qué dices que paso? –pregunto uno de ellos cerca mío.

- Solo es un pobre borracho que muere congelado –dijo el forense –Debió tener sus razones para emborracharse porque tiene el borde los parpados irritados de tanto llorar.