CAPÍTULO 8: LOS JUEGOS

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CAPÍTULO 8: LOS JUEGOS

Odair se metió en la cápsula que lo elevaría a la arena y escuchó la cuenta atrás. 10, 9, 8... Cuando la voz llegó al 0, comenzó a elevarse y el sol lo cegó durante unos instantes antes de ser consciente de donde se encontraba.

La cornucopia era una explanada de césped, algo sencilla. En el centro había muchas bolsas llenas de cosas útiles que los profesionales reclamarían pronto. Tenía que salir de ahí cuanto antes y correr hacia el bosque. El principal obstáculo era el río que los rodeaba, no sabía si era profundo o no, pero Finnick sabía que podría ser una trampa para disminuir el número de tributos. Eran muchos, 48, por lo que tenían que buscar manera de eliminarlos para que esos juegos no fueran eternos.

Buscó a Peeta entre sus compañeros, estaba muy lejos, por lo que tendrían que encontrarse en el bosque. Todo empezó y Odair corrió hacia los árboles, intentando no distraerse con lo que ocurría alrededor. Si paraba, podía suponer su muerte.

Llegó al río, que era de unos siete metros de ancho pero no tenía la profundidad suficiente para cruzarlo a nado y hacerlo andando lo hacía sentirse lento y torpe. Sintió como alguien se acercaba a él y se volvió para ver que Jessica corría tras él con la cara de terror. Sabía que estaba desarmada y que era su aliada, por lo que no tenía nada que temer. Cuando ya habían cruzado el río escuchó un grito muy cerca de él y un golpe seco. Se volvió y vio a la morena muerta en el suelo. Levantó la mirada y vio a una de las profesionales algo lejos, preparando un arpón para disparar. Pronto entendió que el primer tiro había ido para su compañera de distrito y se estaba preparando para dispararlo a él, por lo que corrió para refugiarse en los árboles.

Sus piernas comenzaron a doler después de bastante rato y su respiración era complicada. No sabía cuánto había estado corriendo pero supuso que había sido suficiente como para alejarse del peligro. Paró y se sentó bajo un árbol, necesitaba pensar en sus posibilidades. Tenía que encontrar a Peeta, si es que seguía con vida.

Escuchó diez cañonazos a lo lejos, no los había escuchado hasta ese momento. Su corazón se encogió, podía ser una buena noticia porque había diez rivales menos en la arena o podía ser malo si uno de los que habían muerto era Mellark.

Empezó a desesperarse, necesitaba tener a su amado junto a él. Tenía miedo y no se sentiría bien hasta tenerlo entre sus brazos. No sabía qué haría si Peeta moría y no quería ni pensarlo. No podía pensar en eso porque podría ponerse en riesgo.

No sabía hacia donde ir para encontrar a su novio. Por un lado, pensaba en moverse para localizar el punto donde estaba pero temía que los dos estuvieran moviéndose de manera que no se encontraran nunca. Desde que se enteró de que ambos eran tributos no había pensado en esa posibilidad, no tenían por qué encontrarse en la arena. Eso trastocaba sus planes, sin él a su lado, iba a ser incapaz de protegerlo. Eso lo ponía nervioso y temía no pensar con claridad.

Respiró profundamente tres veces, intentando calmarse para encontrar su mejor opción. Sólo así pudo darse cuenta de que necesitaba armas. No era seguro estar allí sin algo con lo que defenderse. Se fijó en los árboles y vio que podría utilizar las lianas para hacer lazos para atrapar a sus rivales. El problema era cortarlas.

Empezó a mirar al suelo, con la esperanza de que hubiera alguna rota que pudiera servirle. Le costó bastante pero encontró varias. Era un experto en lazos, había trabajado en la pesca, por lo que no le costó mucho tiempo prepararlos.

Mientras trabajaba, varias piedras afiladas llamaron su atención y decidió recogerlas para utilizarlas como cuchillos. Sin embargo, se dio cuenta de que necesitaría algo para transportarlas, por lo que buscó más lianas para hacer una especie de bolso a base de trenzarlas y meter todo.

Comenzó a caminar, eligiendo una dirección al azar. Pronto se sintió demasiado solo. La soledad era algo muy difícil de llevar para él. Desde muy niño, siempre había estado con Peeta. Estaba acostumbrado a tener al rubio cerca suyo, como su fiel amigo, su roca, su todo... Por eso habían hecho esa promesa que ambos habían incumplido. Suspiró entristecido, deseando que los recuerdos no se cebaran con él y siguió caminando.

Después de un rato, escuchó algo detrás de él. Lo primero que hizo fue esconderse entre las ramas de los árboles y sacar un lazo y una de las piedras. Todo su cuerpo estaba en tensión, esperando poder ver eso que estaba escuchando. Una parte de él deseaba que fuera Mellark, para tenerlo en sus brazos. Sin embargo, esa melena rubia era muy larga para ser de él.

– Susan... – Odair susurró, era una de sus aliadas y sabía que no tenía nada que temer.

– ¡Finnick! – La niña también habló en voz baja pero se notaba que estaba muy contenta por haberse encontrado con su compañero.

Los dos se abrazaron antes de seguir caminando juntos. Apenas cruzaban palabras, pero sentirse acompañado era una sensación buena. La pequeña entendía que su objetivo primordial era encontrar a Peeta y no lo cuestionaba. Sabía que sus posibilidades de supervivencia aumentaban si estaba en grupo, por lo que no dudaba en hacer cualquier cosa que el otro pidiera.

Pronto sintieron que había menos luz, por lo que sospecharon que pronto sería de noche. Finnick buscó un lugar para protegerse y le explicó que lo mejor sería que montaran guardia para estar protegidos en todo momento. Susan propuso hacer un fuego para estar calientes pero Odair le explicó que podrían localizarlos por eso.

Al final, Finnick buscó más lianas para trenzar una especie de manta para protegerlos del frío de la noche cuando fuera su turno de descansar. Decidió que sería él quien dormiría primero porque consideraba que el momento más complejo podría ser el amanecer y quería estar despierto para ese momento.

Sin embargo, todavía no era el momento de dormir. Faltaba una cosa, algo que el chico había estado esperando todo el día, cuando supieran quienes eran los tributos que habían fallecido. Él había contado diez y pensaba que no se había dejado ninguno. Esos eran muy pocos, de ser así todavía quedaban 38 tributos y eso daba realmente miedo.

El himno de Panem comenzó y los dos tributos miraron al cielo. Finnick contuvo la respiración, deseaba saber lo que había pasado. Los conocerían en orden de distrito, por lo que pronto sabrían los fallecidos del Distrito 4. Él ya sabía lo de Jessica y realmente esperaba que fuera la única.

No había fallecidos de los Distrito ya que pasaron directamente a los dos chicos del Distrito 3. Después salió Jessica, por lo que las dos chicas del Distrito tres también seguían vivas.

El corazón de Odair se detuvo, si el siguiente era Peeta, todo habría dejado de tener sentido en su vida...

Amor y Destino (Los Juegos Del Hambre - Peenick - boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora