CAPÍTULO 11: UNA NOTICIA INESPERADA

1.3K 146 23
                                    

CAPÍTULO 11: UNA NOTICIA INESPERADA

Finnick dibujó una línea que cruzaba otras cuatro en el árbol bajo el que se habían refugiado mientras los primeros rayos de sol se filtraban a través de las hojas. 45 días llevaban en la arena y cada día estaba más desesperado. Bajó la mirada para ver el rostro relajado de Peeta, que dormía plácidamente sobre sus piernas. Su piel estaba algo más bronceada por pasar tanto tiempo expuesto a los rayos del sol pero las ojeras estaban más oscuras y pronunciadas que nunca.

A pesar de todo, seguía siendo lo más hermoso que el joven de ojos verdes había visto en su vida. Seguía tan enamorado como siempre y cada día se sentía más desesperado porque todo acabara y poder estar seguro de que Mellark era el vencedor.

Quedaban 16 tributos distribuidos en tres alianzas. La más numerosa era la de profesionales, que en esos momentos contaba con 7 miembros. Después estaban ellos, que eran cinco. Por último, un grupo de cuatro miembros de los distritos 10 y 11 que parecían haber sobrevivido en contra de todo pronóstico.

No sabía por qué los juegos duraban tanto o qué estaba pasando en los otros grupos, pero sí sabía que en el capitolio estaban encantados con la relación que Peeta y él mantenían. Desde que se habían encontrado, los regalos habían aumentado considerablemente. Armas, anzuelos, sedal, cebo, comida, cremas para las quemaduras solares o para la herida que Odair se había hecho un día pescando... Cada día recibían uno o dos paracaídas con algo que los patrocinadores habían comprado para ellos.

La alianza entre ellos se fortalecía con cada día, hasta el punto de que Finnick había compartido sus planes de hacer vencedor a su novio con Nate. Éste lo había comprendido, aunque no le mostraba su apoyo. Él quería ganar también y sabía que, en algún momento, si todo iba bien, dejarían de ser amigos para convertirse en contrincantes. Pero hasta ese momento, se necesitaban. Sobretodo por lo numeroso que todavía era el grupo de los profesionales.

Él había estado ya un rato vigilando que nadie se acercara a ellos, protegiendo a todos sus compañeros, especialmente al chico que amaba. Por eso se alegró cuando vio a Susan despertarse. Se sentía mejor no estar tan solo. La rubia se acercó y comenzaron a susurrar, creando planes para ese día. Tenían fruta suficiente, por lo que sólo había que pescar. Nate los escuchó y decidió intervenir.

– Sé que quieres pasar el mayor tiempo posible con Peeta pero creo que será mejor que lo dejemos descansar. Yo te acompaño al río. – El moreno ofreció.

– Gracias... ¿No habéis notado que está más débil? – El joven de ojos verdes preguntó mientras acariciaba el cabello rubio de su novio.

– Lo he notado... Por eso me ofrezco.

Los ojos azules de Peeta se abrieron y miró a su amado con una sonrisa. Se incorporó para darle un beso pero pronto se sintió mal. Se levantó y se alejó un poco de sus amigos para vomitar. El sonido de las arcadas despertó a Lena, la única que seguía dormida. La pelirroja miró al moreno y los dos mantuvieron una conversación sin palabras antes de que la chica se levantara para acariciar la espalda del rubio.

– ¿Te sientes mejor? – Ella preguntó mientras le acercaba algo de agua para que pudiera enjuagarse la boca.

– No es la primera vez que vomitas... ¿Estás enfermo? – Finnick puso su mano en la frente de su amado para intentar descubrir si tenía fiebre.

– No está enfermo... Sabes lo que tienes, ¿verdad? – Lena preguntó mientras miraba a la pareja. Mellark simplemente asintió. Odair estaba perdido y miró a su novio esperando respuestas. – ¿De cuánto tiempo?

– Unas seis semanas... ¿Qué voy a hacer? – Peeta preguntó totalmente perdido.

– Ganar el concurso, es lo único que puedes hacer. – Nate aclaró, sabiendo lo que estaba pasando. – Yo quería ganarlo pero al confirmarnos nuestras sospechas, todo cambia. No voy a luchar contra ti. Creo que Finnick no lo sabe, será mejor que dejemos a la pareja sola. Vamos Susan, mientras Lena y yo pescamos puedes estar vigilando y recogiendo fruta en la orilla.

Los otros tres se marcharon para dejar a los novios. Odair estaba mirando a su pareja deseando saber qué era lo que tenía su amado.

– No es nada grave, amor. – Mellark acarició la mejilla del otro para consolarlo.

– ¿Qué es? – El joven de ojos verdes preguntó preocupado.

– Cuando llegamos al Capitolio, decidimos aprovechar nuestras últimas horas juntos y nunca se nos pasó por la cabeza utilizar protección. – El rubio susurró, haciendo que Finnick conectara las ideas.

– ¿Estás embarazado? – Odair preguntó, con los ojos muy abiertos y casi llorando.

– Sí.

El más alto eliminó la distancia que había entre ellos para besarlo con pasión. Si tenía un plan para que su pareja ganara, en ese momento tenía más motivos para luchar por ese objetivo.

– Tienes que ganar. – Finnick suplicó, agarrando con fuerza las manos del otro.

– Va a ser muy difícil sin ti... Sobretodo hacerme cargo del bebé. – Peeta reconoció.

– Mi familia estará a tu lado y un día le contarás quién fue su padre... Pero ese bebé tiene que nacer como símbolo de nuestro amor. – El chico de cabello cobrizo pidió.

– Lo sé, ya no lucho por ti o por mí. Lucho por él o ella. – Un bostezo interrumpió lo que Mellark estaba diciendo.

– Descansa, mi amor. El embarazo está afectándote y por eso estás tan cansado. – El más alto pidió y ayudó al otro a tumbarse entre sus brazos. Dos cañonazos los alertaron, dos tributos habían muerto. Odair miró alrededor para ver si podía distinguir a sus aliados pero no los vio.

Llevaban más de dos horas esperando a que sus compañeros volvieran. Peeta ya había despertado y Finnick estaba siempre acariciándolo, besándolo o acomodándolo. Siempre atento a cualquier cosa que pudiera necesitar. Vieron como un paracaídas bajaba hacia ellos y no pudieron evitar sonreír. Al abrirlo, recibieron la más grata de las sorpresas. Eran unas vitaminas para embarazadas, para ayudar a complementar la dieta para que el bebé crezca de manera más saludable. Escucharon el silbido que anunciaba la llegada de sus aliados. Cada día lo cambiaban por si alguien lo escuchaba.

– Creo que no somos los únicos que se preocupan por el bebé. – Odair susurró.

– ¿De quién habláis? – Susan preguntó con voz cantarina mientras se acercaba para abrazar y darle la enhorabuena al embarazado.

– Nos han mandado vitaminas. – Finnick enseñó el bote a sus compañeros.

– Nosotros también nos preocupamos. – Nate dejó varios peces y frutas frente a ellos. Después miró a Peeta. – Hemos hablado y vamos a hacerte ganador, ese bebé no puede morir. Vamos a luchar para que sobrevivan el mayor número de personas posible.

– Gracias. – Odair los abrazó a los tres, relajándose porque había más personas para salvar a su amor y su hijo... Su hijo, un bebé que, en el mejor de los casos, crecería sin uno de sus padres.

Amor y Destino (Los Juegos Del Hambre - Peenick - boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora