3. Bienvenidas a la guerra.

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El precario transporte llegó al hospital a las ocho de la noche, entre la lluvia. Todas las jóvenes llevan maletas improvisadas: Algunas llevan fotos de su familia, otras cartas que recibieron o que nunca enviaron. Más allá de esto también empacaron allí sus oraciones, sus esperanzas y su voluntad de ayudar.

Por otro lado, Jane lleva allí su objetivo y la tarea más importante de la historia.

***

Ya nada es igual, desde el primer día se notó la diferencia entre el entrenamiento en el hospital y el trabajo en ese lugar, donde la muerte está en todas partes: está en esos estallidos que hacen retumbar el lugar, está en las hojas caídas de los árboles y en las miradas desesperanzadas de los soldados del frente.

—Buenos días, señoritas y bienvenidas a la guerra. — Se encargó de decir aquel día como recibimiento la enfermera en jefe, una mujer de unos 40 años y a la cual se le notaba la experiencia, su dura expresión daba una idea de cuantos hombres había visto morir y la sombra bajos sus ojos evidenciaban las noches que había dejado de dormir.

—Al parecer estamos muy cerca del frente. — Le comentaba a Jane una jóven llamada Marie, habían sido asignadas en la misma sección.

—¿Tienes algún familiar en la guerra? — Le preguntó Jane mientras limpiaban algunas sabanas más rojas que blancas.

—Sí, mis hermanos mayores se encuentran en el frente oriental. — Le respondió, la tristeza asomó en sus ojos.

Ese día llegaron muchos heridos, tantos que incluso a las recién llegadas novatas les fueron asignadas tareas realmente arduas y que requerían de un mayor profesinalismo.

Cuatro de la tarde, exactamente esa es la hora a la que entra Edward Smith. Jane fue la encargada de atenderlo, al principio su situación no pareció tan grave, tenía algunas heridas superficiales en la parte superior de la pierna. Pero, como todo en la guerra, su situación empeoró.

Jane quizo llorar, deseó salír para detener la guerra, sintió terror e impotencia al eximar el torso del joven británico.

—¿Qué? — Pregunta nervioso el soldado al ver la expresión de angustia en el rostro poco reconfortante de la enfermera. —No pido que me salves, no eres un ángel, solo pido que me digas la verdad ¿Moriré esta noche?

Era un soldado de unos veintiséis o veintisiete años, un voluntario británico salido de los libros de historia que tanto había leído, por eso al reconocer su uniforme y su aspecto podía decir con seguridad que se trataba de un soldado raso defensor del frente. Sus uñas estaban cubiertas de tierra, al igual que su cara y su cabello.

—Llamaré al médico, veremos qué hacer. —Le respondió la joven fingiendo una sonrisa de la manera que jamás lo había hecho, esa sonrisa debía significar que todo iba a estar bien.

¿El médico? Tenía a todas las personas de la sala en sus manos, era un simple ser humano con demasiado poder, demasiada responsabilidad.

Jane ha llegado a un momento decisivo en aquel viaje, tenía dos opciones; Podía hacer una operación rápida con los elementos que tenía y salvar la vida de Edward, sin embargo, eso implicaría usar técnicas que aún no eran conocidas en aquella época, lo alteraría todo. Por otro lado, tiene la opción de dejar que aquel soldado, al igual que muchísimos otros muera en  cumplimiento de "su deber",entregando la vida por su país, se convertirá en una cifra más de víctimas de esta guerra imparable.

El siguiente problema, no tenía tiempo para pensar.  «Sabes que con esta oportunidad vendrán desicones difíciles, grandes dilemas, bien conoces te enfrentarás a grandes atrocidades, crímenes inimaginables, pero son hechos ya sucedidos y tienes que aprender,ante todo, que no puedes cambiarlos ». Ahora recuerda las palabras de Connor, sus advertencias. Podía jurar que estaba frente a la decisión más difícil de su vida.

Ésta no es tu Guerra. [Primera guerra mundial]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora