Abrieron las puertas de la sala del trono, los soldados me llevaron arrastras a través de la larga y suave alfombra roja que culminaba frente a un trono gigante de marfil. La habitación rodeada de columnas parecía un gallinero con las incesantes voces que murmuraban y susurraban, todos señores y señoras de la más alta alcurnia mirando de reojo, juzgando, opinando tras sus máscaras impenetrables de egocentrismo.
Los guardas me soltaron, quedando yo arrodillado frente al rey. Desarmado, desprotegido... vulnerable... No quise volver a sentirlo. Todos callaron cuando abrió la boca.
- Es muy difícil acabar con todas las ratas, donde hay comida ahí estarán... - dijo mientras me dedicaba una mueca de asco, meditando seguramente cual sería el castigo.- No sé quién eres, ni me interesa... Lo más probable es que seas un cualquiera, o peor, nadie. La cuestión es que has entrado en mi castillo, sin que te vieran, habéis matado en total 20 de mis hombres...
Permanecí en silencio tratando de no levantarme para hundirle las costillas de un cabezazo.
- ¿No? ¿No hablaras? – El soldado de detrás me empujo la cabeza contra el suelo- Pareces joven, ¿cuántos años tienes? Da igual, ni siquiera íbamos a ponerte una lápida... Pero tu pareces listo... sabes que puedes irte de aquí sin problemas... ¿lo sabes? ¿Porque estas con ellos verdad?...
...
- El gremio... si... algo he oído... Sé que las ratas se esconden en mi ciudad, dime donde está el nido...
Me erguí sobre mis rodillas, el pelo largo y negro tapaba mi cara casi por completo pero no podía apartarlo con las manos, ya que los grilletes unían mis muñecas. El rey siguió hablándome, no parecía especialmente enfadado por el libro robado, quería encontrar el gremio, pero pronto vio que no conseguiría nada de mí. Alterado, ordeno a sus guardias torturarme durante horas, al cabo de dos daba la sensación de que mi cuerpo sangraba por cada uno de sus poros, el dolor era insoportable...
Perdí la cuenta, el tiempo es relativo cuando tu mente se encuentra al límite. Solo podía pensar en Grim, el sonido de la puerta chocando contra el suelo, la mueca risueña de antes de huir, el cuchillo con el que pensaba arrancarle los ojos...
Al salir de aquella habitación no tenía fuerzas para moverme, me dejaron tirado en una celda, solo sentía mi respiración... el polvo que levantaba al exhalar el aire... los parpados cayendo temblorosos...
Desperté, el calabozo era espacioso y 5 personas más estaban conmigo, las paredes rocosas dejaban solo una pequeña ventana por la que pasaba un rayo de luz.
-pssss! ¡Hey! ¿Tú te colaste antes de ayer? No te levantes o se soltaran los puntos. Los médicos no ponen demasiado empeño en los remiendos, simplemente aseguran que sigas vivo hasta la próxima visita a la sala de tortura. – Dijo el más cercano a mí-
Los otros 3 estaban demasiado débiles como para hablar y el cuarto miraba de brazos cruzados la poca luz que entraba desde arriba.
Suspire. Intente arrastrarme como pude para poyar mi espalda en la columna, aun sintiendo el dolor en mis músculos. Allí no había nada, solo piedras y piedras cada cual más grande que la anterior. La puerta de la celda era de barrotes de acero y siempre tenía un vigilante.
-Oye soy Riki... ... Entiendo que no quieras hablar, más después de... bueno pareces Jesucristo en la cruz pero... Te oímos sabes, ¡oímos tus gritos desde aquí! Aguantaste como un campeón, de todas formas esto nunca acaba. Y si acaba acabo como esos 3... En cuanto sepan lo que quieren saber morimos... no hay mucho más... las infecciones y el suicidio son bastante comunes por aquí...
Dedique breves miradas al enclenque que me hablaba pero no le respondía, preferí ahorrar mis fuerzas, por si resultaba ser tan pesado como para tener que aplastarle la cabeza con alguna de las piedras.
El cambio de iluminación confirmo que llegaba el ocaso. Las noches eran frías, el viento podía ser oído recorriendo los cavernosos recovecos del lugar, también a lo lejos percibíamos el sonido de los pájaros, pero solo servía para hacernos soñar con el mundo a fuera.
Pasaron los años, 5 horas diarias de insufrible tortura terminaron casi insensibilizando mi piel, me volví mas fuerte levantando las rocas y quizás eso me mantuvo con vida. Cada noche acariciaba el colgante, esperando, paciente... El momento de vengarme...
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Diario de un monstruo
HorrorUn ser humano nunca dejara de ser lo que era, por mucho que la razón nuble nuestros instintos cada hombre en este mundo sigue siendo un animal, una bestia… Nunca nadie podrá cambiar eso. Si miráis a vuestro alrededor veréis un mundo marchito, lle...