Capitulo 7: Perdido

153 5 5
                                    

Apenas dormí esa noche. Cada vez que cerraba los ojos pasaban escenas por mi mente. Como si fuera un flash, nada más que un segundo en el que una imagen aparece en mi imaginación, sangre, sangre y fuego. Nada más que un instante antes de volverme a despertar empapado en sudor y apretando fuertemente mis puños. Vi salir el alba atreves de los maltrechos tejados de la ciudad mientras comía algo.

Luz… la luz de un nuevo día… ¿y qué?... ¿Qué significado tiene vivir un día más? ¿Acaso mi existencia tiene un fin? ¿Acaso todo lo que he vivido me lleva a algún lugar?

Nada tiene sentido. Camine horas por las viejas calles de aquel lugar, observando las vidas de mi alrededor, un hombre con una vieja chaqueta militar roída por el tiempo y la tierra, parecía como si no hubiese comido nada en días… A su alrededor la gente seguía caminando como si ni siquiera lo viesen, como si no fuese nada, nadie se paraba a ayudarle o darle comida. Aunque no me extraña. Que esperar de gente que se preocupa más por si mismos que por los demás, no me malinterpretéis, no estoy llamando a nadie egoísta, yo mismo apenas tengo para comer aunque quisiese no podría permitirle darle nada a este hombre.  Los barrios bajos… un lugar donde la gente lucha cada día por seguir adelante a pesar de no tener nada ni ir a ninguna parte. ¿Por qué? ¿Por qué lucháis?... quizás por la misma razón que yo…  Me preguntaba tantas cosas, como por ejemplo si alguien se había preguntado lo mismo alguna vez, y si lo via echo donde estaban las respuestas.

Seguí mi rumbo escabulléndome entre los callejones. Una mujer cargando con su hija a la espalda, la niña tenía el pelo más rojizo que había visto pero su piel era pálida como la nieve, incluso lucía un cierto toque verdoso, tan solo con mirarla saltaba a la vista que estaba muy enferma. La mujer estaba comprando unas manzanas en un pequeño puesto de fruta, “que asco” fue lo primero que pensé, la fruta que vendían en esta ciudad o al menos la de ese pequeño puesto callejero tenía un aspecto horrible, comestible quizás, pero ni punto de comparación con la fruta fresca que desayunaba con…María…

Cada mañana oyendo como sus pies se acercaban a mi habitación corriendo… el olor de su dorado pelo, su sonrisa, sus ojos, su blanca y suave piel…

Mierda… otra vez… volví a la realidad cuando la sangre volvió a llenar mi mente, la mujer se había ido y el tendero escondía las monedas en su bota.

Tan solo sufrimiento, cuanto más andaba más dolor podía ver a mi alrededor, ni siquiera vivir dentro de los grandes muros de una ciudad da una mejor vida. Cuando regresaba a casa encontré el cadáver de una mujer con las piernas abiertas tirada entre la basura, quien sabe cuánto tiempo llevaba ahí, perdida en un oscuro callejón de una gran ciudad una vida no tiene más valor que ese, solo una existencia más en el mundo, un diminuto punto en el mapa o una vela más en la capilla.

Me siento insignificante y perdido. Un día más, una noche más.

Y así pasaban los días. 

Cada día me despertaba con la luz que se filtraba por el agujero de mi cabaña, comía y me iba. Andaba horas y horas aprovechando los estrechos callejones, día tras día termine conociendo como la palma de mi mano cada camino. Al medio día solía pasarme por los puestos de comida robando un par de piezas o incluso algunas monedas. Todo se reducía a sobrevivir porque si. Sin motivo, sin sueños, sin ya ninguna compasión por la humanidad o la vida.

Un día más, una noche más.

Un día me levante como de costumbre y pase por el camino principal, unos solados se estaban llevando el cadáver de un hombre tapado solo con una vieja chaqueta militar, según oi una pareja de borrachos lo había golpeado hasta morir.

Fui al mercado a robar algo para comer, pero cuando acerque mi mano a la carne clavaron un cuchillo en la mesa justo al lado de mi mano. En ese momento alze la vista y vi al hombre mirándome enfurecido y rojo. Me agarro de la camisa y me levanto gritándome en medio de todos. No podía soltarme así que le di con todas mis fuerzas en sus huevos, el hombre me dejo ir mientras se resentía del golpe y me miraba aun mas enfurecido.

Corrí tanto como pude por los viejos callejones, no necesitaba mirar a mi alrededor conocía cada camino y sabía exactamente donde esconderme, corrí y corrí hasta que me perdió de vista. Me gire y note el frio filo de un cuchillo en mi garganta, empuñado por un hombre cubierto con una túnica negra que apenas dejaba ver su rostro.

Diario de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora