Tres

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7 de Febrero

¡Hola de nuevo!

Debes creer ya que soy bipolar, de seguro. Lo digo porque empiezo a creerlo yo también, aunque padecer de esa enfermedad no debe tener mucha gracia, a decir verdad... Lo que sí padezco es una acumulación de emociones ligadas a mis recuerdos del pasado y, por desgracia, una muy buena memoria.

El recordar situaciones que ya no tienen la misma belleza de antes entristece. Por lo menos a mí sí (no sé si lo que vivimos para ti guarda importancia todavía en tu corazón), y podríamos decir que aquel es el diagnóstico del mal que padecen mis cartas, mis sentimientos y todo lo demás. De todas maneras no me gusta aburrir y no quiero que percibas un sentimiento permanente de rencor en mis escritos que te invite a abandonar todo lo que te tengo que decir, así que voy a continuar con lo que tengo que escribir.

¿Te acuerdas cuando salíamos juntos? Joder, sí que lo pasábamos bien. ¡Y no lo malpienses! Tenías un no-sé-qué que nos alegraba el rato a ambos, pero cuando faltaba sentía que todo se volvía monótono. Me acuerdo de nuestra primera salida, trajiste tu guitarra en tu hombro (¡Quién diablos la llevaba así!) y creí que le ibas a pegar a alguien en la cabeza con tu instrumento. Me equivoqué, cuidabas tanto de esta que incluso evitabas al caminar que las hojas de los árboles chocaran con su superficie. Qué manía...

Habíamos acordado ir por un helado juntos, y no entendía dónde encajaba la guitarra. Cuando llegaste a mi lado, me saludaste con un beso en la mejilla y te pregunté qué hacías con ella. Me comentaste que habían días en los que salías a las calles a tocar lo que sea y cantar a la gente, ganando así propinas. «¿Y planeas ahora cantar en las esquinas para pagar tu helado?» te pregunté. «Planeo cantarle a otra persona, en específico» y desmontaste tu guitarra de tu hombro. Rasgueaste las cuerdas comprobando una afinación perfecta a mis oídos y empezaste a tocar.

Me cantaste una de las canciones que por chat ya nos habíamos enviado. ¡Cantabas genial! Estaba segura que si te ubicaras en cualquier parte recibirías propinas de inmediato. Además, nunca nadie me había cantado a mí, y escucharte fue todo un placer.

Cuando terminaste de tocar estaba maravillada, y entre pregunta y pregunta descubrí que la música era tu pasión. Tus manos te delataban, de todas maneras: largas, finas, grandes, requisitos para un buen dominio del instrumento. Sea como sea, era algo que teníamos en común; las artes es algo que apasiona.

Nuestra primera salida fue genial, y dio paso a muchas más. Juntos éramos divertidos, locos, creativos y torpes. Tú eras un compañero de calle genial, me acompañabas a los lugares que se me diera la gana, como el cine o el parque de diversiones; nunca te aburrías cuando te arrastraba a las ferias de libros y me daba mil vueltas para luego llevarme un solo ejemplar; y lo que más disfrutaba era cuando comprábamos montones de palomitas, las hacíamos en el microondas y luego nos tirábamos a tu sofá para ver vídeos en YouTube. Contigo nunca se pasaba mal, qué te voy a decir.

Ahora ya no salgo contigo nunca, y sigo esperando encontrar a alguien con quien pasar el rato tan bien como contigo. Alguien con carisma y esa chispa que siempre te alumbra el día, eso es tan difícil de encontrar que a veces me llego a desesperar. No te extraño a ti, no te confundas; lo que sí extraño es sentirme tan protegida como antes. Y eso es algo que todas las chicas deseamos, por si no sabías. Sentirme a gusto ya es cosa de tiempos lejanos, porque ahora no confío en la gente como antes, porque sé que todo tiene consecuencias, que el caos no se puede evitar si juegas de manera peligrosa. Sé que no volveré a ti, sé que si lo hago sufriré, y sé que a ti no te importará para nada. ¿Suena triste, no? Pues eso es lo que siento al recordar el pasado nuestro.

Para las despedidas no soy buena y nunca sé cómo debo terminar estas cartas. Si el fin de esto es decir lo que siento, ¿puedes ponerle fin a tus sentimientos de manera sencilla? Si fuera por mí, seguiría escribiendo y escribiendo hasta que no me quedase más tinta (no te imaginas todos los pensamientos que puede guardar la punta de un lápiz), pero las manos se cansan de escribir, el cerebro de pensar y mi corazón de recordar.

Mañana sigo,

adiós.

Aquí está lo que te prometí (Concurso: UCAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora