Cuatro

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8 de Febrero


Yo estudiaba medicina, llevo unos años ya, y sabía qué hacer en casos de primeros auxilios a la perfección. Aunque, claro, tú ni me escuchabas cuando tuve un "pequeño" accidente desde las escaleras de tu edificio.

Una lesión en el tobillo no es nada del otro mundo, con un par de muletas y fuerza de brazos estás para el otro lado; sin embargo, tu preocupación frente a las adversidades era más de la necesaria, y solías exagerar la gravedad del asunto. Me decías cosas como "No quiero que te caigas de nuevo" o "Me asusta que pierdas el equilibrio" mientras me escoltabas a todos lados.

Tu preocupación me enternecía, no sabías nada sobre primeros auxilios pero aún así te esforzabas por cargarme y evitar que caminase por lugares riesgosos, es decir, por cualquier parte.
Siempre me mantenía quieta o sentada, por petición tuya, mientras solías ir a buscar todo lo que quisiera y dejabas todo al alcance de mis manos, haciéndome sentir como una princesa. Eso sí, era una tortura mantenerme quieta: moverme era algo necesario para no aburrirme, y depender de un par de muletas era horrible. Más de una vez me gané un grito tuyo por andar saltando en un pie a la cocina por unas galletas...

Tres semanas iba a tardar mi recuperación, según mi doctor. La noticia de mi situación se esparció rápidamente por mi familia. Varios de mis familiares me llamaron para preguntarme cómo estaba y si necesitaba algo, o si requería ayuda en mi departamento. Incluso mis padres junto a mi hermana me visitaron. Con la excusa de mi lesión aprovecharon para chequear que mi departamento estuviera en buenas condiciones, ya que el tiempo que viví con ellos no fui de las más ordenadas. Aunque eso cambió con el paso de los años, imagínate un médico desordenado. ¡Qué desastre!

Por suerte, el lugar en donde vivo se encontraba presentable, pero lo incómodo es que mis padres me encontraron contigo. De seguro te acordarás, fue lo más embarazoso que me ha ocurrido, porque creyeron que estaba saliendo contigo y que se los estaba ocultando.

Las explicaciones volaron esa tarde hasta que mis padres comprendieron que eras un amigo, nada más. Para mi sorpresa, les caíste bien; no me dijeron nada después a solas como "Aléjate de ese chico" o alguna otra cosa por el estilo.
Eso me hizo pensar que lo estaba haciendo bien, ¿sabes? Me hizo creer que por fin había encontrado al chico correcto. Pensé en mi situación, pensé en ti, en el cariño que me demostrabas. Y por primera vez en mi vida me dije que había elegido bien.

Te besé. Sí, fui yo quien lo hizo primero. Esperé a que mis padres y mi hermana se fueran para hacerlo, y tú me correspondiste como si hubieras estado esperando aquello. Probablemente lo estabas haciendo, y eso me llenó de seguridad.

Se sintió demasiado bien, aunque luego reparé que hice mal al acortar nuestra relación de tal manera. Se suponía que éramos amigos, nos apoyábamos y ayudábamos, nos aconsejábamos y estimábamos.

Pero un beso separa realidades, y mi primer error fue querer cambiar la nuestra.

Aquí está lo que te prometí (Concurso: UCAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora