Siete

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11 de Febrero

Como ya te dije, volvimos a ser los dos compañeros de pasillo que se topaban por casualidad. Por mí estaba bien, a decir verdad me sentí liberada de una carga que llevaba mi corazón constantemente y al alejarme de esta toda mi vida volvió a estar en orden y paz.

Aunque tú no te sentías tan a gusto con el cambio en nuestra "relación". La personalidad nunca te faltó, eso es un hecho, así que no se te hizo problema venir a preguntarme qué había ocurrido entre nosotros dos.

Oh, tú sí que sabías cómo hacerme enojar.

Me di cuenta, cuando me preguntaste, que las personas que quieren vivir todo excesivamente rápido y no desean aprovechar las pequeñas cosas de la vida no saben entender el idioma de las palabras no dichas.

Te lo dije todo: todas esas palabras guardadas en mi conciencia, todos los defectos que me enfermaban de ti, todas tus actitudes falsas y ensayadas que me aburrían, todos tus piropos memorizados, tu rebeldía, tu forma de ser, tu mentalidad liberal, tu ánimo temperamental, tus actitudes cambiantes, tu despreocupación, tu imagen falsa de niño bueno; todas esas pequeñeces que envenenaban mi corazón y arañaban mi alma te las grité. Sin vergüenza, sin remordimientos, sin titubeos.

Tú nunca fuiste una moneda de oro, fuiste una persona más en este mundo que sabe jugar con los demás de manera cruel. Caminas por la vida convirtiendo a las personas en objetos, sacándoles provecho y luego tirándolos a la basura. No te iba a soportar más.

Debí suponer que explotarías con todas las cosas que tenía guardadas, porque la paciencia no es un valor que cultivabas, pero nunca pensé que reaccionarías tan mal. Me gritaste cuando terminé de enumerar todos tus defectos y esparcírtelos por el rostro. Te enojaste conmigo por decirte la verdad de lo que sentía, y no te importó para nada que hubiera estado cargando aquello por tanto tiempo.

Me "dejaste" y "terminaste" nuestra relación de pareja. No entiendo por qué me dijiste eso si nunca fuimos una pareja tú y yo, nunca recibí una petición de parte tuya para serlo. Y si no sabías, no puedes terminar algo que nunca empezó.

Eras un caos sin consecuencias; no porque estas no existiesen, sino porque no te ibas a dignar a enfrentarlas. También debí suponer aquello, que no ibas a enfrentarme, sino alejarte. Siempre fuiste igual, en todo. Eras tan aburrido, nunca entregabas nada nuevo. Siempre respirábamos el mismo aire, no sé cómo no morí por una intoxicación de monóxido de carbono a tu lado.

Sea como sea, lejos de ti me sentí mucho mejor y me recuperé. Pero el recuperar no significa olvidar, la presencia del dolor al evocar tu persona sigue presente. La gran diferencia entre hoy y esos tiempos en que estaba junto a ti viviendo todo es que ahora me siento más segura, protegida e incluso blindada gracias a lo que viví. Ahora mi visión de la situación está despejada, no hay sentimientos cariñosos que nublen lo que veo o pienso, y me siento mucho mejor.

Aquí está lo que te prometí (Concurso: UCAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora