dos

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Tenías diez años cuando tu papá te regaló tu primera cámara. Era pequeña y de mala calidad pero ha sido el mejor regalo que te han dado en toda tu vida.

Tenías quince cuando decidiste que estudiarías para ser fotógrafa y los últimos cinco años de tu vida de eso se habían tratado, capturar momentos en una imagen. Cuando cumpliste los dieciocho comenzaste a trabajar como mesera y muchas otras cosas más hasta que juntaste el dinero necesario para comprar una cámara de calidad.

Tenías veinte cuando tus papás fallecieron.

La gente probablemente en algún punto pensaba:
"Pobrecita, al menos no es una niña pequeña. Si así fuera, estaría sola, confundida, perdida."

Oh pero la gente es cruel y estúpida. Veinte años y pareciera que habías retrocedido diez, sintiéndote justamente como una niña pequeña: sola, confundida, perdida, abandonada.

De alguna u otra manera, ocho años después lograste sostenerte de un pequeño hilo y juntar dinero suficiente para mudarte a Londres y finalmente aquí estabas. No había nadie a quien dejaras atrás; no amigos, no familia, no nadie.

Llevaste tú cigarro a la boca mientras caminabas de regreso a tu departamento, manos en los bolsillos y bufanda abrazando tu cuello.

Habías logrado conseguir trabajo como fotógrafa de una pequeña revista y estabas satisfecha con eso. No sabías hacer nada más que tomar fotos y estabas preocupada de no poder encontrar un trabajo que relacionara el uso de la cámara. Tu trabajo simplemente consistía en tomar fotos de paisajes de Londres y como eras "recién llegada" pensaron que el trabajo sería perfecto para ti, ya que supusieron que irias a todos los lugares turísticos de el lugar.

Te detuviste frente a tu puerta, colocando el cigarro en tu boca mientras buscabas tus llaves en el abrigo de tu chaqueta. Habías logrado sentir el mental cuando alguien tosió a tu lado. Giraste tu cabeza y pudiste ver al hombre rubio de la mañana.

–Perdón ¿vas apurada? –Preguntó y volvió a abrir su boca antes de que pudieras responder.– Espero que no, solo será un minuto por que yo...quería pedirte disculpas por lo de hoy en la mañana. La Señora Hudson intentó explicarme cuando iba de salida pero no la escuché, hasta ahora que llegué ya me logró explicar.

Alzaste tus cejas y lo miraste algo sorprendida. Observaste la expresión en su rostro, avergonzada y culpable. Te aclaraste la garganta y hablaste:

–Esta bien, no pasa nada. –Dijiste mientras botabas el cigarro y lo pisabas.– Yo...también me he pasado de grosera con ¿Sherlock? Me parece que lo llamaste así... –Pausaste un momento, pensando.– Lo que quiero decir es que no eres el único que se tiene que disculpar.

Una sonrisa se le formó en los labios y te dejó algo confundida.

–Me llamo John Watson, pero puedes llamarme John. –Estrió su mano hacia a ti y tú la estrujaste.

–(Nombre) (Apellido), llámame (Nombre). —Le dijiste regresándole la sonrisa.

–¿Dijiste algo sobre haber sido grosera con Sherlock? –Te preguntó.

Tragaste saliva y desviaste tus ojos de los de el.–­ P-Pues...pude haberle contestado algo brusca.

John sacó una carcajada y abriste tus ojos en sorpresa.

–No tienes que disculparte, él puede ser peor en cualquier momento, así que ahórrate las disculpas, probablemente el sea el que te las termine dando.

Lo miraste confundida y John simplemente te sonrió, a lo cual le respondiste con una risilla.

–Se ve que amas mucho a tu novio. –Te atreviste a decir, con algo sarcasmo.

Human Error | Sherlock y Tú . Donde viven las historias. Descúbrelo ahora